Palabra de editor 26 – La semana más larga.

Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.

Llevo días queriendo escribir algo sobre el FICOMIC CORRAL: la controvertida decisión de galardonar a Antonio Martín (editor, teórico de la historieta) con el Gran Premio Cómic Barcelona (que durante 25 años se ha concedido exclusivamente a autores y autoras -las menos- de cómic y NO a otros profesionales del sector). El asunto es peliagudo y cada día que pasa la mierda sube otro peldaño, haciendo que lo de ayer no importe y que se formen bandos (porque esto jode, pero la pregunta es: ¿Y TÚ DE QUÉ LADO ESTÁS? Y por cosas como esta el Capitán América se disgustó mucho) con puntos de vista muy dispares, así que voy a intentar ir al grano y no perderme en la trama (los borradores anteriores a esta columna rozaban las 3000 palabras, y ni siquiera iba por la mitad). El que quiera actualidad que se vaya al Twitter, yo no estoy de humor. Desde el 28 de mayo estamos al borde de un precipicio que podría separarnos a todos, los mails de cadena que me llegan son extremos y el colectivo al que pertenezco no se quiere mojar mucho por RAZONES.

Desde que un tremendo colectivo de artistas (cerca de 300 en estos momentos, incluyendo a unos cuantos Premios Nacionales) firmara un comunicado protestando enérgicamente por se ha escrito mucho estos días, por plumas con más peso y por gente que verdaderamente ha de ser leída: los autores y autoras, verdaderos perjudicados de esta incongruencia, sometidos una vez más al ninguneo. Ya no solo es que cobren la mierda y sean el eslabón más débil de la cadena, es que les quitamos el poco reconocimiento que les queda. Ya no cobran ni en visibilidad, se la negamos. Luego nos preguntaremos que por qué se quieren montar crowdfundings y pasar del sistema. Eso es lo que se pone de manifiesto con esta situación: el status quo imperante y la poca voluntad de reconocer los errores y avanzar hacia una armonía.

No es la primera ni será la última vez que FICOMIC la líe parda. A mí cada año me cambian el stand de sitio, ahora vas aquí, ahora vas allá. Cuando era fanzinero éramos unos bichos, las cosas como son. Prohibieron usar la megafonía para anunciar los horarios de los autores por nuestra culpa (lo siento, Akira Toriyama no tenía sesión de firmas aquel año). Pero sus profesionales a pie de calle lidiaban con nosotros lo mejor que podían, y nosotros estábamos siempre encabronados porque los stands eran enanos, en el culo del mundo, muy cerca de la salida, encajonados en un ruedo. Éramos la cantera y los que sobrevivimos a aquello nos montamos nuestras propias editoriales y superamos las crisis porque veníamos con el culo pelado de lidiar con lo más jodido y de salirnos con la nuestra. Claro que éramos incendiarios, pero también teníamos razones: pagábamos 240 euros por un espacio de 100×40 centímetros para vender nuestros tebeos al margen de la ley, sin ISBN ni hostias, y luego le daban el premio a Mejor Fanzine a El Naufraguito y clamabas al cielo y rugías. Cuando ganó RANTIFUSO o ADOBO abríamos las cervezas y aullábamos como posesos porque ganaban los autores, ganaban los tebeos, ganaba el esfuerzo, el querer hacer las cosas bien, ganaban los de abajo, ganábamos TODOS. Cantábamos “¡FICOMIC ÉCHANOS!” con un amplificador y un micro porque era reír o morir (también prohibieron los equipos de sonido y ahora hay límite de decibelios). De aquellos barros estos lodos, tengo el fuego en las venas y siempre estaré de parte de los creadores que sudan sangre para seguir adelante, con su moral y con su bolsillo pelado.

Pero os recuerdo que FICOMIC es una federación integrada por editores, distribuidores y libreros. Los autores no pintan nada. Son la imprescindible mano de obra productiva, pero están en tercera división. Son peones. Para el sistema son curritos, no mandan, no controlan. Cuentan para la foto y para llenar las colas de firmas, pero ahí se queda todo. Los autores pasan, van y vienen, pero los entes se quedan, las editoriales siempre están ahí, las distribuidoras no cierran. Los autores son consumibles. Incluso los colaboradores son consumibles. FICOMIC emite un comunicado de respuesta tres días más tarde con la intención de que todo se quede como está, echando a los perros al jurado, publicando sus nombres, apellidos y cargos para desviar responsabilidades. Qué mal me sabe después de tener a Meritxell Puig como nueva directiva dando el callo, moviéndose por todas partes, acudiendo incluso a una Japan Weekend para ver de qué va el percal, abriendo los brazos a todos, cambiando el Salón a un Cómic Barcelona que comenzaba a dar gusto. Qué pena.

Podría hablar durante horas de todo lo que me parece mal, pero mis ánimos están por los suelos y mi condición de editor no me honra en este momento, así que cierro con una batería de preguntas: ¿qué sentido tiene que Ana Galvañ, autora de cómic, declare en su comunicado que aceptó la nominación de Antonio Martín como candidato propuesto por una parte mayoritaria del jurado (sic) si ni siquiera sabía quien era? ¿No es ese el auténtico mansplaining, de hecho? ¿Cómo pretendemos que los editores o ciertos representantes de colectivos profesionales pongan una mano en el fuego si muchos de ellos tienen relación directa con FICOMIC, y otros tantos no quieren morder una mano que les podría dar de comer? ¿Podemos reconocer que sí existe un grupo de poder, ni que sea económico, que mueve a la inmovilidad? ¿Aunque FICOMIC no sea una entidad pública, se puede pedir cierta implicación con aquellos que siempre acuden sin cobrar para dar el callo por los tebeos? ¿Por qué esa insistencia en que las bases de los premios están bien, si para otros certámenes como Manga Barcelona en el apartado de fanzines sí especifican que puedan ser DE o SOBRE manga? ¿Que ese punto no estuviera claro no condiciona que los votantes de la primera manga, profesionales del sector, no escogieran sus propias opciones entre los divulgadores o investigadores que consideraran adecuados para el Gran Premio? ¿Y de qué sirve, si las propias bases especifican que el jurado puede escoger su propio nombre y añadirlo, aunque no hubiera recibido votos en el momento de deliberar? ¿Por qué un reconocimiento a toda una trayectoria no tiene en cuenta precisamente TODA su trayectoria, incluyendo que el galardonado demandó desde una posición de poder a un historietista por un chiste satírico que le vino mal? ¿Y vale la pena ganarlo, si toda la “industria” recuerda a raíz de ello la miseria y la mochila que llevas a la espalda?

Qué jodido todo.