Palabra de editor 25 – Me basta con un aprobado

Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.

Cada cómic publicado es un pequeño parto que te da mucha alegría cuando tienes al retoño en tus brazos, pero hasta que sale todo hay bastante dolor. Aquí nos damos al 100% para que los tebeos salgan con la mejor edición y localización posibles, manteniendo el estándar de calidad en todo el catálogo, pero algunos no lo ponen nada fácil. Juegos de palabras intraducibles, archivos de maquetación que llegan de cualquier manera (o que no llegan) y la omnipresente aparición de los duendecillos de imprenta, que se esfuerzan mucho en que aparezca una tilde o una sílaba entera donde no toca, un texto muy apurado que casi se corta en un margen, alguna página desordenada o un lomo con el título incorrecto.

Bueno, mira, te lo voy a decir: los duendecillos somos nosotros.

Y es que en un proceso tan largo, con tantas partes implicadas, es muy difícil que todo salga siempre a la primera y redondo. Y lo intentamos, lo juro por lo más sagrado. No queda otra que sudar sangre y revisar, revisar, REVISAR. Y aun así se cuela alguna que te hace llevarte las manos a la cabeza. “Haber si me muero” dice una de nuestras camisetas, pero podría ser una recreación de mi pensamiento cuando me entero de alguna mierda. A veces, meses más tarde, a través de un mensaje directo en Twitter de algún lector que te destaca el gazapo. En fin, somos humanos. Aspiramos a la excelencia y nos superamos cada vez, pero el cubo del fregao siempre está ahí y tenemos los pies muy grandes: alguna vez acaban dentro. No hay que fustigarse, sino pensar en cómo mejorar los protocolos de trabajo y pegar otro post-it al monitor del PC. «Esta vez no olvides revisar el código de barras» es probablemente el que más veces he ignorado y reescrito.

Como los editores internacionales saben lo mismo que sabemos nosotros (esto es, que somos falibles y que a veces la liamos sin querer) suelen solicitar que les enviemos alguna muestra del cómic antes de mandar a imprenta. Como mínimo las cubiertas y la página de créditos, para comprobar que todos los datos legales están bien introducidos y que la imagen de portada es la que toca, respetando los logos de la editorial original si así se indica en el contrato, que aparezcan los nombres de sus autores, lo básico de lo básico. Que al menos eso salga bien, deben pensar, alea jacta est. Incluso así a veces se cuelan gazapos, como en el lomo que os mencionaba antes y que corresponde a Doctor Who: Vida tras la muerte, paperback que imprimimos con el título de un volumen anterior… ¡habiendo recibido la aprobación por parte del control externo! ¿Quién revisa a los revisores?

Lo habitual es que los propietarios de los derechos no soliciten ver el contenido de todo el libro para darle el OK, ni tan siquiera una trascripción de la traducción. Bastante deben llevar en su día a día como para ponerse a comprobar si este chiste está más o menos acertado, máxime si no conocen el idioma del país licenciatario. Solo recuerdo un caso, en un cómic USA, en el que los autores solicitaron expresamente a través de la agencia intermediaria una muestra de todo el tebeo porque vinieron a decir que “una amiga suya habla español y le quiere echar un ojo a la traducción”. El español que controlaba no era exactamente nuestro castellano. No me considero un defensor de la lengua, pero reconozco que me pasé por el forro todas las sugerencias que recibí y así lo indiqué (de forma mucho más educada) en mi correo de respuesta.

Con los editores con los que ya tienes cierta confianza, obtenida tras un renglón de títulos publicados sin tacha (o con muy pocas) y/o unas cuantas copas compartidas, las cosas se pueden relajar. Hay un par de veces que he recibido aprobaciones sin haber llegado a enviar nada (lo que me hizo pensar en cual era el día de la semana, y si había viajado en el tiempo o había dormido 72 horas seguidas sin darme cuenta), en ocasiones obtuve una aprobación inmediata que me hizo pensar que no abrieron ni el .rar y al menos una vez me preguntaron qué tal había ido el lanzamiento cuando todavía no habíamos comenzado a trabajar ni siquiera en la maquetación y la traducción estaba a medias. No es lo habitual, de todos modos, pero supongo que es una medalla que te puedes colgar porque significa que debes estar haciendo las cosas bien (o que van más perdidos que Carracuca).

Y luego están los japoneses.

Con los mangas sí que no hay misericordia: a la agencia hay que enviarle los archivos de sobrecubiertas, tapas y lo que llaman la colophon page, que es la página de créditos. Agradecen que les envíes también muestra de sus propios archivos originales para poder hacer la comparación rápidamente. Si hemos puesto una sinopsis en la contracubierta nos solicitan una traducción al japonés para saber qué hemos puesto, especialmente si el manga no contaba con ella (no somos partidarios de alterar la obra original, pero creemos que un párrafo en contracubierta que sitúe a los lectores siempre es de agradecer. Además, en la versión original suele ir un cuadro blanco enorme que nunca mantenemos porque nuestro ISBN no necesita tanto espacio). Nuestro destinatario revisa lo que le mandamos antes de reenviarlo a la editorial original, que también lo revisa y, en muchos casos, lo remite al autor/a (si tiene tiempo o lo ha solicitado) que también lo revisa. Y siempre, siempre llegan correcciones o preguntas. No hay vez que nos libremos. Es una pequeña pesadilla recurrente porque nunca sabes qué te va a llegar.

Los comentarios que recibimos son de lo más variopinto, desde las frecuentes actualizaciones de fechas (“cambia el copyright del año 2017 al 2019”, o “del 2015 al 2012”) a pequeños interrogatorios (“¿la imagen de sobrecubierta es exactamente la que os mandamos en el archivo original o se han realizado cambios, como esa pequeña caja de medicamentos que habéis movido un milímetro para que encaje bien con el título traducido?”) (ah, la cordialidad japonesa) o solicitudes endiabladas (“sabemos que para cambiar el texto superpuesto a esta imagen habéis tenido que hacer retoques porque no os la pasamos en capas, pero hemos visto que habéis borrado una pequeña manchita debajo del texto y debería salir tal cual estaba”). A veces la cosa va más por el título (“¿qué significa Trampas Agridulces?”) o cualquier otro paratexto (“¿por qué habéis subtitulado el segundo volumen como OTRO GATO? ¿No es el mismo gato del primer volumen? ¿La gente no se lo preguntará?”).

En las solapas siempre ponemos un listado de otros títulos que hemos editado y ahí nunca hemos tenido problemas, incluso si hemos añadido obras que no pertenecen a la editorial japonesa del manga en cuestión. Parece que se fijan más en cosas como el tipo sanguíneo de las fichas de personajes: una gran editorial envió una circular a todas las agencias para que advirtieran a sus clientes que eso había ocurrido en algunas ediciones internacionales y que se debía tener el máximo cuidado al hacer las adaptaciones. Me quedé de piedra e hice otro post-it: «Cuidado con la sangre», que me viene igual de bien para controlar los márgenes de las hojas y los espacios donde se guillotinan las páginas como para recordar estar atento a esos pequeños detalles que parecen poco importantes pero que a un autor/a le pueden sentar muy mal. Porque de eso va todo esto: de respetar las creaciones y a sus creadores.

E incluso con tres comités supervisando se pasan cosas por alto. Uno de nuestros mangas está incorrectamente atribuido a una editorial que no es su propietaria, pero he de decir que el fallo primigenio no fue nuestro (aunque me lo atribuí para quedar bien con todos, y sabiendo que ellos sabían que no había sido así: una estrategia muy a lo Death Note). Por suerte todo quedó en una anécdota y después hemos seguido contratando títulos de esa misma casa. La próxima vez que vaya a Japón les llevaré un litro de horchata de la buena, la pipa de la paz de la terreta.

Ley de Murphy: Si algo puede salir mal, saldrá mal.
Ley de Jones sobre la imprenta: Hay errores que pasan desapercibidos hasta que el libro está en la imprenta.
Corolario de Brock: Cuando el autor recibe las pruebas y abre el libro al azar, se encuentra con el error más garrafal.

(Arthur Bloch)

Errata proporcionada por @carolina_plou.

 

Errata proporcionada por @corkalchemist

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Errata proporcionada por @kisacullen

 

Errata proporcionada por @paretsdecolors