Palabra de editor 24 – Armas de Edición Masiva.

Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.

Mi formación académica como editor es un poco meh. Me licencié en Periodismo y no llegué a terminar Comunicación Audiovisual porque me metí de lleno en lo de publicar tebeos y le dediqué todo mi tiempo. Vale, tengo 1 y ¾ de estudios universitarios, pero salvo un par de asignaturas que tocaban el tema (recuerdo Edición y Producción de Revistas con mucho cariño) lo máximo que le saqué a esa etapa fue escribir con algún estilo propio y sin faltas de ortografía. Me formé en paralelo durante estos años haciendo fanzines, viajando a eventos, escribiendo reseñas de cómic y videojuegos, organizando jornadas manga… incluso dibujé durante tres años una tira cómica en el semanario de la Universidad de Valencia. ¡Y pagaban bastante bien! De ahí, y de leer todo lo que me pasaba por las manos con un ojo lúdico y otro clínico, me vienen los muebles mentales de la edición, los utensilios más útiles para este trabajo: olfato e intuición.

¿Y qué hay de mis herramientas de trabajo mundanas? ¿Cuáles son los instrumentos indispensables para el día a día en este curro? La cosa es que, aunque tengo un escritorio en la oficina (siempre hasta los topes de mierda libros y documentos importantes, catálogos, carpetas con los proyectos en marcha y facturas, facturas, ¡facturas!) con un PC de sobremesa, su escáner y etecé, en realidad podría trabajar con todo lo que llevo en la mochila, una Samsonite reforzada y muy cómoda. Esa mochila es mi Metal Gear particular, operativo en todo tipo de terreno y listo para lanzar bombas, ya sea la oferta por una licencia o montar un evento (no un stand: un evento entero). Así que tanto si me voy a un congreso como si trabajo desde casa o me voy a un pub (no suele ser el caso, pero…) siempre puedo faenar al 100% de rendimiento.  Y dentro de la mochila llevo…

-Un ordenador portátil. El centro y alma de todo. Prefiero los ultrabooks porque pesan poco y los puedo llevar encima todo el día cuando estoy en el extranjero, en un evento de cómic o en cualquier otra situación. He revisado archivos sentado como copiloto en un coche de regreso de Angoulême y he comentado guiones de proyectos en trenes de larga distancia. Utilizo PC porque me he habituado a lidiar con Windows (y ni tengo mucha idea de informática ni quiero darle dinero de más a Apple). En el portátil llevo un par de programas de edición sencillos (Adobe Photoshop 7.0, del año de la picor) pero que para editar imágenes o hacer un banner rápido me basta y sobra, aunque lo que más uso con diferencia es el Adobe Reader, Chrome y Drive (y cuando escribo guiones, Celtx). Antes llevaba encima un disco duro extraíble, pero ahora con la nube tengo disponibles los archivos esenciales en todos los equipos. Aquí tengo gigas y gigas de muestras de cómics que me llegan cada semana desde otras editoriales, y esta columna que lees la escribo siempre desde aquí. Con Word, claro. Enterradme junto a Bill Gates.

-Mi agenda. Porque a pesar de ese alarde tecnológico yo uso papel para apuntarlo todo. Soy un poco fetichista para lo que viene siendo papelería (vicio confesable) y uso una Finocam con vista semanal, de estas que las vas actualizando cada año comprando el relleno nuevo y con un montón de hojas del estilo “reuniones”, “teléfonos” y cuadriculadas de todos los colores. Aquí meto hojas de presupuestos, llevo impresas las portadas de títulos que me interesan, sobres, marcapáginas, una(s) foto(s) de mi hija, millones de anotaciones… al final es más grande que el ultrabook ese que os he dicho antes, así que en realidad soy gilipollas y la mochila pesa de todos modos una tonelada.

-Navaja Leatherman. ¿Para qué necesita navaja un editor que se pasa la mayor parte del tiempo sentado? Primero, lo de sentado es relativo: en pandemia te lo compro, pero antes no paraba quieto. Segundo, ¿tú sabes la de cajas llenas de libros que hay que desprecintar en este trabajo, en palets tan forrados de plástico que parecen blindados? Aparte, en los montajes de stand a mí siempre me viene de perlas (para hacer -ejem- pequeñas modificaciones en las paredes modulares). Con ella he llegado a serrar una máquina tragaperras para poder transportarla dentro de una maleta en un viaje a Japón. Siempre me soluciona la vida y, sí, pesa otro quintal.

-Cinta métrica. No solo me permite medir los paquetes que preparamos para envíos por mensajería y esas cosas, sino que me viene al pelo para tomar notas de ediciones extranjeras y cosas así. Con sacar una foto de la página de créditos y hacer unas anotaciones del formato ya tengo suficiente para calcular costes de editar un tebeo en España. Esto sí que no pesa nada porque además uso una versión en miniatura, aunque solo llega a 105 cm. Como todo lo que publico acaba teniendo menos de 30 cm de altura a mí ya me va bien.

-Material de papelería variado. Bolis, subrayadores, tijeras, pegamento, un pequeño bloc extra (para cuando me da pereza sacar la agenda en una reunión porque no tengo una grúa a mano), portaminas, pañuelos de estos para limpiar pantallas, un USB de Hugo Boss (alto, alto, os cuento, esto fue un regalo, mi mujer me dijo una vez “cuando uno va a dar una conferencia y entrega los datos de su presentación no puede ir con un USB cualquiera”). Llevo un bolígrafo Waterman porque nunca sabes si vas a tener que firmar algo importante y porque, por mucha excusa que ponga, sí que soy un vanidoso.

-Tarjetas de visita. Muchas, en un tarjetero. No las reparto sin ton ni son, pero alguna vez he estado a punto de quedarme sin ellas en momentos importantes y no quiero repetir la experiencia. Cada tarjeta es ultragruesa: las hicimos de naranja chillón y con una cartulina tan gorda que al tacto parece que sean tres tarjetas pegadas. De hecho, hay quien intenta separar sus inexistentes capas cuando se la entrego, cargándosela en el proceso. De una forma u otra nunca se olvidan de mí al recibirla, así que MISSION ACOMPLISHED.

-Móvil. El segundo ordenador. ¿Todos esos tweets y seguimiento en redes sociales? Desde aquí. Fotos de cómics, apuntes rápidos, calculadora, mails fugaces de respuesta, llamadas a la imprenta. Y con una tarifa de datos absurdamente alta, porque no sería la primera vez que tengo que darme conexión al laptop para enviar archivos enormes desde el sitio más insospechado y que todo salga a tiempo (un Salón del Cómic de San Sebastián, por ejemplo, o un hotel en Frankfurt con un WI-FI miserable). En este punto puedo añadir la batería extraíble que también llevo siempre encima y que me da dos recargas completas… y más peso a las espaldas. Lo única parte medianamente musculada de mi maltrecho cuerpo son los hombros.

-Cartera. Porque a ver, en lo de ser editor independiente todo lo que he mencionado te puede ser más o menos útil, pero hay una cosa que no te puede faltar: pasta que le puedas dedicar en exclusiva. Es lo que hay. Tener un boli chulo y un móvil bueno está bien, pero pagarle a tiempo a tus autores/as, proveedores y profesionales es otra cosa. La única que importa. Ah, y también llevo un llavero del Tío Gilito colgando de una cremallera. A ver si atrae algo.