Medea a la Deriva de Fermín Solís, sobre la culpa y el arrepentimiento

A principios de 2019, el crítico y divulgador Gerardo Vilches entrevistaba en la tristemente desaparecida web Canino al autor extremeño Fermín Solís (Madroñera, 1972) con motivo del estreno de la película basada en su novela gráfica Buñuel en el Laberinto de las tortugas (Astiberri, 2009 / Reservoir Books, 2019). Al final del cuestionario, Vilches preguntaba al autor sobre proyectos futuros. A parte de sus trabajos juveniles, Solís afirmaba que había firmado para un par de novelas gráficas con Reservoir Books. “Una es Medea a la deriva, un proyecto en el que llevo trabajando casi diez años; justo después de terminar Buñuel en el laberinto de las tortugas. Surgió de una noticia que vi en un periódico, sobre un bloque de hielo que se había desprendido, con unos científicos que estuvieron a la deriva hasta que pudieron rescatarlos. Empecé a escribir y modelar la historia, pero va a ser complejo, porque solo va a haber un solo personaje en todo el cómic”. Puedes leer la entrevista entera aquí. La décima novela gráfica adulta, sin contar las recopilaciones de historias de Dando Tumbos (Subterfuge Comix, 2000) y Dan Laxante, Detective Cotidiano (Asociación Cultural Tebeo Vivo, 2005), se tendría que haber publicado en aquel 2020 pandémico, pero por motivos que todos conocemos ha terminado viendo la luz en mayo de 2021.

Para quien no conozca a Solís, solo tiene que saber que es uno de los autores más sólidos que surgieron de la hornada fanzinera de finales de los noventas, curtido en revista autoeditadas como La comictiva o Monográfico. Pronto comenzó a trabajar para el mercado galo convirtiéndose, y perdonen el atrevimiento, en nuestro Dupuy-Berberian patrio con obras como No te quiero, pero… (Astiberri, 2004) o Las pelusas de mi ombligo (Cabezabajo/Dolmen, 2005). En 2004 ganaría el Premio Josep Toutain al Autor Revelación del Salón del Cómic de Barcelona. Tras el éxito de crítica de Buñuel en el Laberinto de las Tortugas, un cómic a medio camino entre la realidad y la ficción protagonizado por el director Luis Buñuel durante el rodaje de Las Hurdes, tierra sin pan (1933), Solis se ha centrado más en el público juvenil con la creación de los personajes Astro-Ratón y Bombillita o publicando diversos cuentos infantiles como Operación Frankenstein (Naval, 2016) o Así es Santiago (El Patito Editorial, 2017). Aunque Reservoir Books reeditara Buñuel en el Laberinto de las Tortugas en 2019, llevábamos más de diez años sin llevarnos una novela gráfica adulta de Solís a los ojos.

El argumento de Medea a la deriva es fácil de explicar. No sabemos cómo, tras ser expulsada de los Campos Elíseos, la hija del rey Eetes y la ninfa oceánide Idía, está atrapada en un iceberg a la deriva en medio del mar. Cada día camina de un lado al otro percatándose que éste está disminuyendo descongelándose por la luz del Sol. Inmortal, sin sentir frío o hambre, Medea piensa que es un castigo de Zeus por haber matado a los dos hijos que tuvo con el héroe Jasón y a la amante de éste: Creúsa. Pero Medea está lejos de arrepentirse, aunque su helada cárcel vaya perdiendo superficie día tras día.

Solís recupera uno de los mitos clásicos, el de la bruja Medea. Aunque traicionara a su padre y hermano, desmembrado por su amante, y huyera con Jasón y sus argonautas con el Vellocino de Oro, Medea siempre fue considerada la bruja extranjera allá donde viajó con su marido. Su propia tragedia fue el amor por éste, tan desmesurado que cuando el héroe la abandonó por la princesa Creúsa, para heredar el trono de Corinto, Medea mandó como presente de bodas de su exmarido un manto de indescriptible belleza que se convertía en un manto llameante con el mínimo contacto. Su venganza no era solo con Creúsa, sino también con Jasón, pues envió a sus dos hijos con el manto, acabando también con sus vidas. El instinto de venganza de Medea era mayor que el amor por sus hijos. O así lo cuenta el poeta Eurípides en la tragedia inmortal que escribió alrededor del 431 AC (se estrenó en las 87ª Olimpiadas). La mitología cuenta que el manto acabó con Creúsa y su padre, el rey Creonte, pero fue la propia Medea quién asesinó a sus hijos con sus propias manos.

Medea como villana, como mujer maligna, es uno de los mitos más reconocidos de la antigua Grecia, pero en la actualidad se le han dado otras interpretaciones. La escritora francesa Élisabeth Porquerol (1905-2008) publicó en 1942 la obra de teatro Jasón, Al final del Vellocino donde la princesa griega no asesinaba a sus propios hijos como venganza por la infidelidad de Jasón, sino como un acto de rebelión por la injusticia que había sufrido por culpa del machismo y la ambición del jefe de los argonautas. Para Jasón, Medea solo era un nuevo peldaño para conseguir su objetivo de convertirse en rey, a la que seduce para robar el Vellocino de Oro a su padre para luego abandonarla cuando no la necesitaba más.

No creo que Solís se haya inspirado en la obra de teatro de Porquerol, pero comparte algunos de sus objetivos: reivindicar la figura de Medea como la heroína de su tragedia. Recluida en este iceberg menguante, Medea recuerda su historia y sus motivaciones sin arrepentirse, con una actitud más sólida que la fría y yerma tierra helada en la que deriva por un mar inacabable. Ella sospecha que éste es su tormento, como el de otros héroes griegos, como Prometeo o Sísifo, pero ni la solitud ni la inmortalidad son capaces de hacer arrepentirse a la hija real de una ninfa de Poseidón. El cómic no cae nunca en el aburrimiento o la repetición, con apariciones extrañas (un pájaro, una ballena, un árbol descubierto bajo el hielo) que van introduciendo más misterio a una trama bastante sólida. Solo, al final, Solís juega con el mito teatral de la tragedia en la que se inspira con una escena que no desvelaremos para no chafar la sorpresa y que hubiera hecho las delicias del Fellini o el Lynch más onírico. Tras muchos años dibujando aventuras juveniles, Solís ha perfeccionado su minimalista estilo como el mismo Max, con un único personaje, un iceberg a la deriva, y colores como el azul del océano y el cielo, el rojo del Sol y la negritud de los momentos tormentosos, el estilo del cómic es espartano y minimalista, pero tiene una explicación lógica que tiene mucho que ver con el tramo final.

Si echabas de menos al Fermín Solís de Buñuel en el Laberinto de las tortugas, tendrás una recompensa bastante agradable con este Medea a la deriva, uno de los cómics de este primer semestre de 2021. Ahora tengo muchas ganas de saber cuál será la otra novela gráfica que tiene preparada con Reservoir Books.

Título: Medea a la deriva
Guion y dibujo: Fermín Solís
Edición Nacional: Reservoir Books
Formato: Cartoné, 144 páginas
Precio: 17,90€