Bastien Vivès, el insultante talento francés blandiendo el pincel y las emociones

Bastien Vivès es una de las figuras del noveno arte más interesantes de los últimos años en Francia. Creador prolífico, de una extraordinaria versatilidad y dueño de un estilo muy personal, sus trabajos no acostumbran a pasar desapercibidos. Y no solo por sus sobresalientes cualidades narrativas, a la hora de plasmar argumentos, transmitir con la potencia de su trazo o por la profundidad en el tratamiento de cuestiones íntimas y personales, menudencias de corte intimista que abarcan a una colectividad, que tocan en lo más profundo del lector y despiertan una inmediata empatía. La polémica suele asociarse al nombre de Vivès por la elección de temas comúnmente calificados como tabú -muy sensibles a la opinión pública- en la construcción de sus tramas, lo explícito de algunas de sus escenas, por esos personajes femeninos que transitan la frontera entre la sensualidad y el erotismo, o lo hiperbólico y detallado en la representación de pechos y órganos del aparato reproductor.

Controversias a parte, el talento del historietista parisino es incuestionable tanto en los cómics largos, como en los breves o en sus participaciones en obras colectivas; en las obras en la que es responsable absoluto del guion y de la parte gráfica, como en aquellas que realiza en colaboración con otros guionistas y dibujantes; en las que su trazo y la puesta en escena se reducen a la mínima expresión, como en las que las líneas son más definidas y los escenarios adquieren forma determinada; en las que la pureza del blanco y negro toman las riendas del relato, como aquellas en las que los tonos de gris aportan matices o esas otras en las que el color inunda las viñetas. Vivès imprime a todas ellas su sello característico, una extraordinaria capacidad para denotar y connotar derivada de su potencia como narrador y que gráficamente emana de un trazo aparentemente sencillo y descuidado. Sus personajes son dinámicos, plásticos y de una gran expresividad, aun cuando en sus rostros no figuran esos rasgos diferenciales e identificativos, lo que les otorga la cualidad de universales. Entre esos protagonistas y secundarios cabe comentar la representación gráfica de las mujeres que pueblan sus páginas y sus historias, de largas melenas, tendentes a la voluptuosidad y con un componente de sensualidad.

El reconocimiento le llega pronto a este diplomado en animación en la Escuela e Imagen Gobelins y estudiante de la Escuela Superior de Artes Gráficas y Diseño Penninghen, con un título que le valió su inclusión en la selección oficial además del premio Essentiel Révélation en el Festival de Angoulême en 2009 y que muchos aun consideran como el mejor de su producción. El gusto del cloro (Diábolo, 2009), sin duda, le pone en el mapa como uno de los jóvenes autores a seguir de cerca. Una historia de una exquisita sencillez por cuyas viñetas la lectura fluye con la facilidad de quien se desliza en aguas calmadas, de corte intimista y de una delicada cadencia marcada por la elección de composiciones y ángulos, y por ese incipiente sentimiento que surge en el vaso de una piscina.

En 2011 publica otra de sus obras más paradigmáticas: Polina (Diábolo, 2011), que recibe el Gran Prix de la critique de la Association des critiques et journalistes de bande dessinée (la ACBC, los homólogos a nuestra ACDCómic). Si hay quien considera El gusto del cloro como la mejor obra de Vivès, también los hay quienes defienden que lo es Polina. Argumentalmente, el tebeo desarrolla el crecimiento personal y profesional de una bailarina de ballet clásico y lo hace con la delicadeza y fluidez de unos pasos de baile bien ejecutados. La economía de trazos incide directamente en la expresividad y la emoción contenida de personajes y subtramas del relato y en la plasticidad de cuerpos, una constante a lo largo de toda la producción de Vivès. La belleza de algunas viñetas no hace sino resaltar las penalidades o la intensidad dramática de la escena representada, mientras que los grises empleados junto a los blancos y los negros modulan espacios y cargan de emoción.

Ese mismo 2011 se publica dentro de la colección BD Cul, de Les Requins Marteaux, otro cómic que ha despertado reacciones ciertamente extremas y con el que se aprecia otra faceta del autor que le ha llevado a primera línea de la actualidad por la polémica. Hay quienes consideran Los melones de la ira (Diábolo, 2012) intolerable y, por otra parte, quienes lo ven como un ejercicio de crítica a la sociedad más allá del recubrimiento sicalíptico inherente a la colección BD Cul. Y es que en el cómic se presenta una familia de granjeros que viven en el campo, prácticamente aislados de todo y todos, cuya hija mayor padece de una extraña dolencia que le hace haber desarrollado un tamaño de pechos desorbitado. Desde la desinhibición y en el plano de lo que podemos llamar fantasía, en este relato dirigido a adultos (cuestión que se explicita en la portada) se censuran los comportamientos de abuso sobre los inocentes y desvalidos, los deleznables actos que responden a las pulsiones más primarias y la hipocresía de una sociedad que protege a sus miembros más poderosos. Un cómic que ofrece una lectura más profunda de lo que frívolamente se puede presuponer tan solo de una aproximación a sus paratextos.

En 2013 comenzaría una aventura llamada Lastman (Diábolo, 2013-2020) que discurriría a lo largo de 12 tomos y algún que otro extra. En ese camino el título ha cosechado el prix de la série en el Festival de Angoulême de 2015, ha inspirado un videojuego de combate denominado Lastfight y ha sido adaptado a serie de animación. Los compañeros de viaje de Vivès en esta larga pero muy satisfactoria travesía han sido Michaël Sanlaville y Balak (seudónimo de Yves Bigerel). Lo cierto es que Lastman poco tiene que ver con anteriores trabajos. En un formato próximo al manga (por tamaño, sobrecubierta, blanco y negro con algunas páginas en color y ritmo), en una línea muy cercana al shonen, el trío de creadores proponen una trepidante y adictiva historia de acción, drama, aventuras y misterio que da comienzo con un torneo de artes marciales y que bebe de diversos géneros e influencias tan variadas como la filmografía de Tarantino, el videojuego Street Fighter o un clásico del cómic como Calvin y Hobbes. Ni que decir tiene que este título es otro que se enarbola por muchos lectores de Vivès como el mejor de todo lo que ha publicado hasta la fecha.

Una hermana (Diábolo, 2017) es otro de esos títulos que sale a la palestra cuando se nombra a Vivès, no en vano fue incluido en la selección oficial del Festival de Angoulême de 2018. Las viñetas han recogido el despertar a la adolescencia; ejemplos recientes desde una mirada femenina y aptos para un público juvenil son, por ejemplo, Aquel verano, de Jullian y Mariko Tamaki (La Cúpula, 2014) o Shhh, de Magnhild Winsnes (Liana editorial, 2020). Bastien Vivès ofrece en este tebeo con una gran sensibilidad y efectividad la complejidad emocional que despierta en un niño la cercana presencia de una chica de 16 años, la forma en que se desbarata la infancia, se da paso a la adolescencia y florecen apetencias desconocidas hasta entonces. Ese trazo ligero, la intencionalidad de ángulos y composiciones y el uso de blancos, negros y grises son sus mejores aliados a la hora de despertar todo tipo de emociones en el lector.

Entre esos título que Vivès pertrecha con la colaboración de otros autores se encuentra Catorce de julio (Diábolo, 2020). En un guion a cuatro manos junto a Martin Quenehen de cuya plasmación gráfica es responsable en exclusiva Vivès, el lector se encuentra con una serie de personajes algo descentrados, desubicados y con una serie de traumas que transitan por una Francia algo paranoica y con la sensibilidad a flor de piel en lo que a temas de terrorismo se refiere. El cómic es un thriller de acción que no pierde de vista la complejidad y composición emocional de los protagonistas, un padre que se muda con su hija a un pueblo francés para tratar de retomar su vida, y un joven, serio y concienzudo policía, pues sin ellos la trama ni avanzaría ni se sostendría. Los grises y negros cobran más presencia, con respecto a esa triada de blanco, negro y gris en la que habitualmente se mueve Vivès, al igual que los fondos de viñeta vacíos de escenarios, que suman en intensidad a la expresión emocional de los diferentes actores de la trama. Catorce de julio es un tebeo que puede llegar a incomodar al lector y en este caso no será por la generosidad en los cuerpos representados.

Hay una serie de títulos que quizá hayan pasado más desapercibidos, particularmente interesantes y que son sustancialmente diferentes al grueso de la producción de Vivès. Aunque argumentalmente no presentan relación entre sí, están ligados formalmente. Se trata de Videojuegos (Diábolo, 2012), La familia (Diábolo, 2012), El amor (Diábolo, 2013), La blogosfera (Diábolo, 2014), La guerra (Diábolo, 2015), Los tebeos (Diábolo, 2018) y El fútbol (Diábolo, 2021), los siete publicados entre 2012 y 2019 (de hecho, los cinco primeros en 2012, Los tebeos en 2013 y El fútbol en 2019) por la editorial Delcourt dentro de la colección Shampooing creada en 2005 y que dirige Lewis Trondheim.

Cada tomo, de pequeño formato y en cartoné, se compone de una serie de breves historietas de longitud variable, en una composición de a dos viñetas sin marco por página, a modo de gags que tienen unicidad temática. Con un humor mordaz, irónico, ácido, negro en ocasiones, políticamente incorrecto en otras, plasma realidades, hace escarnio de tópicos y estereotipos, evidenciando crítica y denuncia, propiciando una reflexión al respecto y dibujando sonrisas inesperadas en el rostro del lector. El tratamiento que realiza de los personajes femeninos es totalmente intencional y se encuadra precisamente en esos aspectos a los que se acaba de hacer referencia. Armado con la sencillez de su trazo y el variable grosor de su pincel, dibuja personajes de rostros impersonales, anónimos en algunos casos, conocidos en otros (históricos como Julio César o Cleopatra, o pertenecientes al imaginario colectivo como Darth Vader), llegándose a incluir él mismo en algunas de las historietas (su yo del futuro, alguna versión del presente paralela a la real o remisiones directas a sus propios cómics) para las que no tiene problema en ofrecer una caricatura de sí mismo. Las referencias a diferentes ámbitos de la realidad son continuas, especialmente al de la cultura, con menciones a Miyazaki, o al noveno arte, con la aparición estelar de varios compañeros de profesión como Boulet, Pénélope Bagieu o Margaux Motin, alusiones al festival de Angoulême, así como el reflejo de labor de dibujante de cómics, con presencia transversal en todos los tomos, pero muy especialmente en La blogosfera y Los tebeos. El lector asiste cuasi estupefacto como espectador de excepción y de estranjis a las escenas de corte teatral que tienen lugar ante él. Cada historieta supone una reiteración de escenas y elementos en los que se ejecutan monólogos, diálogos y conversaciones a varias bandas milimétricamente planificados que llegan a rozar lo absurdo y se construyen desde una voluntad provocativa, creando instantes de incomodidad para el lector. En ellos se utiliza un vocabulario ordinario y se introducen giros inesperados y sorpresivos conducentes a desenlaces demenciales. La excusa para semejante despliegue de medios son aspectos de lo más mundanos, íntimos y colectivos, invocados desde la cotidianidad: nuestro entorno más inmediato, allegados, sentimientos, la realidad social y laboral y las aficiones. No importa lo que uno sepa de videojuegos, fútbol o de la blogosfera, o la consideración que se tenga del amor, la familia, la guerra o los tebeos, las descarnadas tiras que conforman los diferentes tomos refrescan y sacuden la mente.

Este no pretendía ser un repaso exhaustivo a la extensa producción de Bastien Vivès y, por ello, bien seguro que muchos habréis echado en falta títulos como Ella(s), En mis ojos, La gran odalisca o La blusa. Valga este texto simplemente como escaparate para descubrir a un autor sorprendente y talentoso, que no tiene inconveniente en agitar convenientemente al lector desde sus planteamientos argumentales o a través de las representaciones gráficas, con obras tan variadas como esos destacadísimos títulos que vienen a la mente al mentar a Bastien Vivès o estos otros divertimentos temáticos.