The League of Extraordinary Gentlemen – Héroes Literarios – Parte 1 de 3

Cuando solemos pensar en Alan Moore siempre nos viene a la cabeza sus grandes obras más conocidas, Watchmen, From Hell o V de Vendetta… pero siempre nos olvidamos de una colección que ha ocupado veinte años de su vida y la del dibujante Kevin O’Neill. Hablamos de The League of Extraordinary Gentlemen.

No es ninguna sorpresa que The League of Extraordinary Gentlemen (llamada a partir de ahora como LEXG, siempre publicada por Planeta Cómic en nuestro país) se trate de la serie más longeva en la carrera como guionista de cómic de Alan Moore. Más que From Hell, que le ocupó siete años de su vida (de 1989 a 1996); Tom Strong, otros siete (de 1999 a 2006); Promethea, seis años (de 1999 a 2005); y tres en La Cosa del Pantano (de 1984 a 1987). Eso sin contar los quince años en los que se tardó en publicar Lost Girls completo (de 1991 a 2006), pero esa obra ya estaba realizada su trabajo como escritor a principios de los noventa. Si miramos la carrera de Kevin O’Neill, un dibujante que lleva publicando desde que tenía 16 años, lo más largo a lo que ha dedicado sus lápices son los tres volúmenes de Nemesis the Warlock: dicienueve años entre 1980 y 1999. Pero esta obra, con el mismo ADN que sus hermanas From Hell y Lost Girls, siempre ha sido una de las favoritas del escritor británico porque le ha permitido aprender más sobre la literatura de ficción occidental de los últimos cinco siglos y divertirse como un colegial travieso.

El número uno del primer volumen de LEXG comenzó a publicarse en marzo de 1999 y tras cuatro volúmenes, más tres especiales de la hija de Nemo, ha acabado su periplo en julio de 2019. Más de veinte años de aventuras metaliterarias. Otra cosa que cualquier fan del cómic debe tener en cuenta es que La tempestad, el cuarto volumen de LEXG, es el último cómic que Alan Moore guionizará en su vida. O eso afirma el autor de 67 años nacido en Northampton en 1953. Adelantó en 2014 que se iba a retirar en breve, lo anunció en una entrevista para The Guardian en 2016, pero con el último número de la Liga dio su adiós definitivo al medio para centrarse en la literatura y el cine. O eso dice él, claro.

El comienzo

Moore nunca ha negado que LEXG siempre fue el hijo bastardo de Lost Girls (Top Shelf Productions, 1991-1992 y 2006), su obra metaliteraria erótica dibujada por su esposa Melissa Gebbie, publicada en España por Norma Editorial. En aquel cómic dividido en tres volúmenes, una madura Alicia Fairchild, la famosa niña de Alicia en el País de las Maravillas (1865) y A través del espejo (1871) de Lewis Carroll, una joven y casada Wendy Moira Angela Darling, surgida de la imaginación de J. M. Barrie para la obra de teatro Peter Pan (1904), y una poco virginal y salvaje americana Dorothy Gale, protagonista de El Maravilloso Mago de Oz (1900), de L. F. Baum, llegaban a conocerse y disfrutar carnalmente la una de la otra en un resort de los Alpes austriacos en la víspera de la Gran Guerra. Esa ucronía ficticia le gustó tanto a Moore que comenzó a pensar en una alternativa no erótica para una futura historia en cómic. La oportunidad se la ofreció en 1997 el conocido como el mejor dibujante anatomista de la historia: Rob Liefeld. Tras su excelente trabajo en la serie Surpreme, Liefeld le pidió a Moore encargarse de plantear nuevas series para su nuevo sello Awesome. El barbudo de Northampton se encargaría de los guiones de Supreme y Youngblood, pero también crearía tres series nuevas: Warchild, The Allies y un tebeo que tenía que dibujar Simon Bisley con el nombre de The League of Extraordinary Gentlefolk, protagonizada por algunos de los mejores héroes de las novelas victorianas de ciencia ficción. Nunca nadie ha contado porque Bisley no se encargó de esa serie y acabaría en manos de O’Neill.

Tras el cierre de Awesome por problemas monetarios, Moore comenzó a recibir muchas propuestas para desarrollar esas ideas tan locas en otras editoriales. Según el propio escritor “era como oír el batir de las alas de una bandada de cuervos sobre mi teléfono”. La mejor oferta le pareció la de Jim Lee, con quien ya había trabajado en su sello Wildstorm guionizando WildC.A.T.s (1995-1998). Como los derechos de los personajes de Awesome estaban bloqueados, Moore se inventó cuatro series nuevas más una colección, Tomorrow Stories, compuesta por cuatro series más. Moore, conocido por su lenta producción literaria en cómic desde finales de los ochenta y gran parte de los noventa, se liaba la manta a la cabeza para entregar cuatro series más o menos mensuales y una revista con varias historias. Yo recuerdo la noticia en algunas tiendas de cómics en la época y estábamos todos emocionadísimos con la idea.

Aquellos chalados en sus locos cacharros

El primer número de LEXG inauguró America’s Best Comics bajo el paraguas de la Wildstorm de Jim Lee, pero casi estuvo a punto de no aparecer. Resulta que Moore llevaba años enemistado con DC Comics por varios motivos: uno de los más poderosos es que se había firmado un contrato que cuando se acabara de imprimir Watchmen los derechos de los personajes volverían a Moore y al dibujante Dave Gibbons. El famoso cómic de superhéroes nunca se ha dejado de imprimir y sus personajes son recreados actualmente por otros artistas en DC, como cualquier lector de Sala de Peligro sabrá.

Cuál sería la sorpresa de Moore cuando Jim Lee le llamó para decirle que DC había comprado Wildstorm y se encargaría de su distribución. El guionista barbudo de Northampton ha contado en más de una ocasión que estuvo a punto de mandar a Lee y a America’s Best Comics a la mierda, pero que no lo hizo porque llevaba dos años trabajando en varias series de cómics y había involucrado a varios dibujantes en la creación de esos cómics: J. H. Williams III en Promethea; Chris Sprouse en Tom Strong, Gene Ha en Top Ten; Melinda Gebbie, Jim Baikie, Rick Veitch, Kevin Nowlan y Hilary Barta en Tomorrow Stories, y, como no, Kevin O’Neill en LEXG. Lee y el editor Scott Dunbier cogieron un avión hasta Inglaterra para reunirse con Moore prometiéndole que no habría ninguna interferencia por parte de DC Comics y que su único interlocutor serían ellos, tanto para él como para los artistas. Pronto se vio que eso no sería así, y DC comenzaría a meter su patita en decisiones artísticas, algo totalmente comprensible, todo sea dicho, pero inasumible para Moore. Otra cosa importante a tener en cuenta en esta historia es que Moore y sus dibujantes firmaron contratos por entrega. Es decir, que cedían los derechos de autor de sus obras para percibir un salario mientras se encargaran de la serie, lo normal en majors como DC o Marvel. Una decisión difícil para el escritor de Watchmen. Pero se ve que lo hizo así porque en aquel momento había liado a diez artistas y quería que comieran a final de mes y no esperarse a las ventas y reimpresiones de cada tebeo. Solo se guardó la potestad absoluta de una de sus obras con el beneplácito del dibujante. Sí, lo adivináis: La Liga de los Hombres Extraordinarios.

Pero volvamos a ese primer número de LEXG. Hay que comenzar diciendo que el estilo cartoonesco de Kevin O’Neill no está hecho para todos los paladares de los aficionados al género de superhéroes. Es más, el propio autor se había hecho famoso en Estados Unidos con el cómic de Epic Marshall Law, un cómic que se reía abiertamente de los estereotipos del superhombre con guión del también británico Pat Mills, con el que había creado el famoso Nemesis The Warlock en 1980 para la revista 2000AD. De hecho, O’Neill siempre había sido una patata caliente en el cómic mainstream norteamericano cuando la Comics Code Authority declaró obsceno su dibujo. Nada de un desnudo o algo gore: todo el dibujo. Fue en Tales of the Green Lantern Corps Annual #2, de 1986, tebeo con guion de, como no, Moore. Al final, DC lo publicó sin el sello Code y aquí no ha pasado nada (esa historia, por cierto, la puedes encontrar en El Universo DC de Alan Moore, publicada por ECC Ediciones).

Como Moore ha declarado en más de una ocasión: «Los dos primeros volúmenes de LEXG era nuestra visión de un universo victoriano paralelo”. Así de simple. El autor de Miracleman y el autor de Metalzoic venían a divertirse, como en la mayoría de cómics de America’s Best Comics, a excepción de Promethea, donde Moore se puso el sombrero de mago de la Universidad Invisible para contarnos los fundamentos de la historia de la magia práctica humana a través de un cómic de héroes metaliterarios. Solo hay que fijarse en la portada del primer número del primer volumen de LEXG, donde O’Neill incorporó la iconografía de las revistas de historias truculentas victorianas, las famosas penny dreadful. La portada está dividida en varias viñetas como si fuera un anuncio con frases como “Señora con pasado”, refiriéndose a Mina Murray, o el “Extraño misterio del marinero hindú”, hablando de Nemo. Hasta en su interior habían anuncios falsos de pócimas maravillosas o objetos imposibles surgidos de la imaginación de H.G. Wells o Julio Verne. Todo el cómic reflejaba el espíritu de la época. Hasta en las presentaciones de los autores, no exentas de cierta comicidad muy victoriana, retorciendo los nicknames de Stan Lee en el bullpen de Marvel.

Por cierto, en estos veinte años de historia, LEXG ha contado con el mismo equipo creativo: Moore a los guiones, O’Neill a los pinceles y tintas, y Benedict Dimagmaliw a los colores. Algo casi inédito en un tebeo mainstream con tantos años de recorrido. El único cambio que ha habido en LEXG ha sido por fallecimiento, cuando el excelente rotulador William Oakley falleció prematuramente de cáncer en 2004 y tuvo que sustituirlo el también excelente Todd Klein.

Nada de Steampunk, una Liga más política

LEXG ha sido llamada como un tebeo de superhéroes steampunk en más de una ocasión, incluso su versión cinematográfica, que la hubo, ya llegaremos a eso en la tercera parte de este largo artículo, se le llamó dieselpunk. Creo que es un error: la Liga no es una obra steampunk porque no está escrita como una revisión decimonónica con cacharrería de vapor. Cada Liga tiene su momento en la historia (sin contar las primeras ligas, desde 1898 hasta 2010), y la imaginaria de ciencia ficción es la creada en cada época por los escritores vivos en esa época. Cuando leemos cosas sobre dirigibles, submarinos o la misteriosa materia flotante llamada cavorita, no son inventadas en el siglo XXI por sus autores, sino que fueron creadas por Verne, Wells y muchos escritores más. Sencillamente, LEXG es un catalizador metaliterario que recoge la ciencia ficción, la fantasía y la ficción mundial desde la época de Shakespeare hasta el cómic británico de los cincuenta y sesenta o el Harry Potter de J. K. Rowling.

Otro de los grandes argumentos desarrollados por Moore y O’Neill a lo largo de veinte años es el control de la fantasía. Algo que muy pocas veces pensamos cuando abrimos un cómic de LEXG pero que está presente de forma subyacente en todo el devenir de sus desdichados héroes. Como el propio Moore afirmaba. “La historia cuenta los intentos del Estado por controlar a los personajes de ficción, lo que crea un subtexto del Estado tratando de controlar la imaginación de la gente y la imaginación popular”. Es simple, las diversas versiones de la Liga, excepto la primera del siglo XVI-XVII, de la que nunca vemos sus aventuras, son creadas por un estado para atar en corto a sus héroes y rarezas. En manos de Moore esto adquiere un delicioso doble sentido político, porque él mismo ha sentido en sus carnes cómo los editores de las majors británicas (como el estado) se han quedado con sus ideas, controlándolas.

Moore siempre ha estado en el medio del cómic para hacerlo avanzar, pero también para pasárselo bien. Con la Liga “sabía a ciencia cierta que era una idea de primera clase. Porque era rematadamente obvia, rematadamente simple y nadie la había hecho antes. Esas siempre son las mejores”. Bueno, aquí tenemos que corregir al mago con peligro a ser excomulgado de la Iglesia de Glycon, su dios serpiente personal, o ser maldecido con vomitar babosas como el bueno de Ron Weasley en Harry Potter y la Piedra Filosofal. La idea de mezclar diversos personajes de ficción clásicos es algo tan antiguo como el tiempo. Hasta Homero juntó a todos los héroes y dioses conocidos de Grecia en el crossover más ambicioso de la historia (chúpate esa, Marvel): La Ilíada. También, en la antigüedad, Jasón formaba una tripulación para buscar el Vellocino de oro con los mejores héroes helénicos del momento. Hasta se apuntaba a la fiesta el mismísimo Heracles, Hércules para los amigos romanos.

Novelas, cómics y cuentos cortos han explotado estos encuentros entre personajes de diversas mitologías. Antes de que Moore hablase de “la teoría del campo unificado para la ficción”, el escritor Philip José Farmer había creado a la Familia Wold Newton en las biografías ficticias Tarzan Alive: A Definitive Biography of Lord Greystoke (1972) y Doc Savage: Su vida apocalíptica (1973). Un meteorito (Wold Cottage) cae cerca de World Newton, Yorkshire, en 1795, provocando extrañas mutaciones en la zona y dotando de gran inteligencia o capacidades atléticas superiores a muchos individuos diversos. Aparte de Tarzán o Doc Savage, Farmer incluyó como descendientes de esta nueva raza de héroes o villanos mutantes a otros famosos personajes de la ficción como Solomon Kane, Philleas Fogg, Sam Spade, La Sombra o, incluso, personajes que Moore utilizaría en LEXG: Allan Quatermain, el Profesor Moriarty, el creador de La Máquina del Tiempo, Fu Manchu, etc.

La mejor Liga victoriana posible

Entonces, qué es lo que hace a LEXG un cómic metaliterario tan interesante. Existen varios motivos evidentes. El primero podría ser la selección de sus protagonistas y los diversos roles que juegan, sobre todo en los dos primeros volúmenes de la colección. Fascina que un grupo de estas características, situado a finales del siglo XIX, cuando el movimiento Sufragista todavía no había conseguido ningún logro significativo, el líder de este supergrupo de hombres excepcionales sea una mujer, Mina Murray, más conocida como Mina Harker en la novela Drácula (1897) de Bram Stoker. Su experiencia con monstruos es una baza para controlar el peligroso circo de fenómenos en la que se convertirá la Liga de 1898. El segundo componente de esta extraordinaria troupe que conocemos es al Capitán Nemo, el temido pirata de los siete mares a bordo de su moderno submarino Nautilus, también conocido como Príncipe Dakkar, hijo de un rajá indio y sobrino del personaje real Tipu Sahib, creado por Julio Verne en Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) y La isla misteriosa (1875). Juntos, fichan al famoso explorador Allan Quatermain, de Las minas del Rey Salomón (1887) de H. Ridder Haggard, un viejo escuálido adicto al opio desde la muerte de su mujer e hijo. Juntos, viajan a París para capturar al esquivo Hulk del equipo, un gigantón y salvaje Edward Hyde, el reverso oscuro y maligno del Doctor Henry Jekyll, de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson. La última incorporación de la Liga es, quizá, la más funesta de todas. Más peligroso que Hyde, incluso, porque la invisibilidad y la psicopatía del científico Hawley Griffin, de El Hombre Invisible (1897) de H. G. Wells, puede ser una ventaja para la Liga, pero también una maldición. Moore, conocedor de los roles clásicos del género de superhéroes, junta en un mismo equipo al líder, el cazador, la fuerza bruta, el científico y al psicópata, un crisol eterno para el enfrentamiento y el desarrollo dramático y cómico de grupo.

Si este cómic hubiera sido creado por algún autor con aires steampunk, hubiéramos estado ante un cómic de aventuras normal y corriente (me viene a la memoria la interesante pero poca notable Legenderry de Bill Willingham y Sergio Dávila), pero este tebeo lo hacían Alan Moore y Kevin O’Neill, ambos con varios sellos de calidad sobresaliente acumulados a lo largo de varias décadas de excelente trabajo. El guionista se pone obsesivo con la documentación. Como sucedía en su mágica reinterpretación de los asesinatos de Whitechapel, From Hell (1993-1997), dibujada por Eddie Campbell, Moore se pone el traje de archivista bibliotecario para radiografiar gran parte de la ficción británica y europea en busca de personajes e ideas que sirvan de inspiración para las desventuras de la Liga. Es tanto su afán documentalista que le daría, además, para narrar una novela corta por entregas de espíritu lovecraftiano en la parte final de los seis números del primer volumen y una guía de viajes por toda la geografía imaginaria posible en la parte final de los seis números del segundo volumen. Guía que me inspiró para escribir mi libro Ciudades fantásticas y dónde encontrarlas (Redbook Ediciones, 2018), por supuesto.

Pero Moore también quiere ser divertido y, sobre todo, divertirse escribiendo la Liga. Lejos de la solemne revisión victoriana realista de From Hell, Moore es capaz de crear drama, terror, comicidad y épica en una misma página. Para ello nadie mejor que Kevin O’Neill, seguramente el dibujante más británico de finales de siglo XX y principios de XXI. Su estilo, a medio camino entre la caricatura y la escuela de ciencia ficción de 2000 AD, le da una impronta muy personal a las desventuras de la Liga. Además, se convierte en el mejor socio de Moore adaptando su estilo a diversos juegos narrativos propuestos por el guionista, sobre todo en Dossier Negro, el tercer capítulo de esta divertida saga, y la última La Tempestad.

Las siguientes dos semanas hablaremos de los diversos volúmenes que han compuesto esta maravillosa historia de la fantasía humana. También hablaremos de la película que se estrenó en 2003. Será un análisis con todo lujo de detalles, así que es mejor que vengas con los spoilers hechos de casa.