Guionista de barrio #11 – De obra maestra a obra maestra y tiro porque me toca

Guionista de Barrio es la columna de opinión semanal de Fernando Llor (@FernandoLlor). Llor, que cuenta con el poder de la omnipresencia, es autor de obras como El espíritu del escorpión, Teluria 108, Ojos Grises o más recientemente Subnormal, entre otras muchas, así como miembro en activo de la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic (ARGH!).

Últimos días de marzo, me dispongo a abrir el twitter como quien no quiere la cosa y ahí me lo encuentro otra vez. Aparece como de la nada, surge como un géiser descontrolado: «me acabo de leer XXXX, es uno de los cómics del año sin ninguna duda». Esto ocurre todos los días, a todas horas y pasa lo mismo con películas, series, discos, singles, videojuegos…

Y yo, que apenas junto un puñado pequeñito de neuronas maltrechas por los excesos, me pregunto: ¿es esto posible? ¿Pueden aparecer en un mismo año 700 u 800 títulos que son lo mejor del mundo mundial? ¿No estaremos cayendo en la cultura del obramaestrismo? ¿No habremos practicado tanto en la hipérbole que ahora es imposible salir de ella? Como de costumbre no tengo respuestas para nada de esto aunque sí que intentaré aportar alguna reflexión.

Buenos días, esto es Guionista de Barrio, arrancamos.

Una vez dije en clase que Hitchcock me parecía un coñazo

 Sí, lo hice y puede que me arrepienta un poco. Estábamos en una clase de estética en la escuela de cine, arrancó una breve discusión y un par de compañeros empezaron a alabar de forma muy vehemente al señor Alfredo.

Sin ponerme ni medio colorao exclamé que Hitchcock me parecía un coñazo y que la mitad de sus pelis son una puta mierda. Se armó un follón, hubo gritos, aspavientos, golpes en la mesa, libretas por los aires y todo terminó con un compañero diciéndome de forma muy ruda: «es que tío, no se puede decir eso».

¿Tenía razón mi compañero? Pues en realidad no. Claro que se puede decir eso. Es más, hasta me parece sano que se derriben ídolos de vez en cuando y nos olvidemos de tanta vaca sagrada y maestro intocable.

Ahora bien, creo que en cualquier caso siempre conviene tener algo que yo no tenía en aquel calentón de veinteañero: rigor. El rigor no evita el exabrupto, pero puede que sí que le aporte cierta credibilidad y eso es algo que el ritmo actual con el que opinamos de todo nos resta a pasos agigantados.

La era de los extremos

 Seguro que en las últimas semanas, puede que en los últimos días e incluso horas, hayas oído o leído a alguien hablar sobre la tremenda polarización y radicalización del debate público. Si no lo has oído pues… te envidio fuertísimo y quiero ser tú. Que esa confrontación exista a nivel ideológico entra dentro de lo aceptable. Que exista entre hinchas de equipos rivales es un clásico. Pero ¿es normal que exista entre fans declarados del nuevo tráiler de algo y haters de ese mismo tráiler? Porque ya no hablo de una película en sí, basta con escuchar algunas reacciones a un minuto de videoclip de blockbuster palomitero para darse cuenta de que ya importa mucho más el hype que genera una obra que la obra misma.

Ese mercadeo de la expectación nos convierte en una especie de polillas revoloteando ansiosas de una luz brillante a otra para acabar exclamando: «wow, qué brillante es esta luz», «¿no será esta la época con las luces más brillantes de todos los tiempos?».

Esa feria del hype nos obliga además a ser los primeros en lanzar nuestras opiniones acerca de la luz del momento. ¿Cómo vas a dejar de opinar sobre el Snyder Cut? ¿Cómo podrías no decir nada? Incluso, hasta los que no la hemos visto ni tenemos intención de hacerlo pronto, decimos algo…

Pero enseguida surgirá una nueva luz que nos atraiga, puede ser un videojuego, un manga o cualquier cosa en la que ponga un nombre muy muy famoso en la portada. Por eso tampoco podemos pararnos demasiado a elaborar nuestras opiniones. No tenemos tiempo material para el análisis, la reflexión o la digestión de lo que consumimos. El atracón constante es lo que mueve la rueda de las industrias culturales. Más cantidad, más novedades, más, más, más. Y al igual que a mí me había ocurrido al decir aquella tontería sobre Don Alfredo, el no detenerse a observar con detenimiento reduce el rigor hasta llevarlo a una polaridad terrible: obramaestra vs putamierda y a correr.

Hipérbole + hipérbole = muy hipérbole

 ¿Puedes opinar sobre lo que te dé la gana y cuando te dé la gana? Por supuesto, solo faltaría (siempre que no digas nada de la familia real u ofendas el credo de alguien). ¿Puedes pillarte un megáfono y gritar al universo que el tomo 3417 de One Piece es una obra maestra tan grande que deberían quitar La Gioconda del Louvre y que ocupase su lugar? Claro, sin problema alguno-

Yo no soy nadie para tratar de minimizar las exageraciones de los demás, de hecho me declaro culpable de haber caído en ellas mucho antes de la era del hype.

Mi padre, cuando mi hermano y yo no juntábamos veinte años en total, tenía la buena costumbre de alquilar todas las pelis de acción que encontrase en el videoclub Krypton. Gracias a eso vimos Comando, Terminator, Predator… Y, como no, Perseguido. Con la inocencia de un prepúber exclamé al terminar de verla: «es una obra maestra» y mi padre soltó una carcajada antes de decirme «lo será si dentro de veinte años la vuelves a ver y te lo sigue pareciendo». Pues… lo hice, no sé si veinte o si quince años después y en fin… me sigue maravillando en muchos aspectos pero su nivel de obra maestra es similar a cuando haces unos macarrones y proclamas por toda la casa que te mereces una estrella michelín.

Y esta bonita y entrañable anécdota familiar nos lleva de nuevo al mismo punto: ¿es imposible que salgan 300 obras maestras cada semana? No lo es, pero parece poco probable. ¿Es imposible que salgan 300 putas mierdas cada semana? Tampoco, pero también parece poco probable. Lo que sí que parece claro es que si para ser los más rápidos en emitir nuestras opiniones solo nos movemos de un extremo al otro el único que sale ganando es el mercader de fuegos artificiales que cada vez disparará más y más y reducirá sus fórmulas hasta quedarse en «ahora con un poco más de rojo».

Sin tiempo, sin pausa, sin contexto, sin reflexión, sin rigor y sin perspectiva no hay obramaestra que valga y todo lo demás no son más que síntomas de la época del fandom y las luces muy brillantes.

Y hasta aquí todo lo que tenía que contar hoy. Sí, ya sé que de nuevo me he saltado el calendario previsto, pero qué demonios, solo lo hago por el hype.