Palabra de Editor 19 – ¡Los eventos! ¿Es que nadie piensa en los eventos?

Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.

Creo que todos los que nos dedicamos a los tebeos, de una forma u otra, echamos de menos las ferias y salones. El compadreo, el tú a tú con los lectores, los cafés con los colegas, descubrir nuevos talentos y, por qué no decirlo, hacer caja al momento y contar las monedas. Hay un algo en esto de vender cómics en vivo y en directo que se convierte en parte de ti, trasciende el simple trabajo. El stand es tu bastión, castillo y fortaleza, la muestra física y tangible de que la editorial existe y tiene alguna forma. Son un peñazo de narices, porque los libros pesan lo suyo, hay que cargar/viajar/descargar, a veces te tiras un día entero montando la paraeta y luego toca desmontar en menos de dos horas, a toda prisa porque te echan del recinto, mientras malcenas un par de pizzas. Pero a mí me jode haber perdido incluso esos momentos, que eran bastante lamentables pero que no puedo evitar recordar con nostalgia.

Se cumplió hace nada un año del decreto de Estado de Alarma, cuando todos tuvimos que cerrar el chiringuito durante un parón que duró dos meses, pero se nos hizo eterno. Desde entonces hemos tenido reactivaciones, nuevos casi-encierros, confinamientos perimetrales y tímidas intentonas de volver a la normalidad que no han terminado de cuajar. Durante 2020 se celebraron algunas chiquiticas ferias del libro y eventos temáticos de cómic en algunas localidades menos perjudicadas, con todas las medidas de seguridad pertinentes, como la feria del Libro Infantil y Juvenil de Castellón (noviembre) o la Feria del Libro de Zaragoza (diciembre), eventos a los que la reducción de aforo y la situación sanitaria ha servido para separar el grano de la paja, aquellos viandantes que solo iban de paseo y quienes verdaderamente iban a ojear (porque hojear ahora mismo no se puede) y comprar. Las recaudaciones de estas jornadas se han mantenido en sus niveles habituales, pero aquí venimos a jugar fuerte. ¿Qué pasa con esas citas populares que todos tenemos en mente, aquellas que marcaban incluso el lanzamiento de los tebeos durante el año, que abrían y cerraban temporadas?

Los organizadores de cualquier certamen medianamente grande se refugiaron el año pasado en Internet, con conferencias y presentaciones online, para mantener su posicionamiento como entidades y como marca. Tuvieron cierta relevancia porque, claro, si solo hay desierto alrededor hasta un charco nos parece la octava maravilla del mundo, pero hasta el menos entendido sabe que en una convención friki (vamos a ser claros) lo que menos se abarrota son las salas de conferencias. La excepción son los encuentros con invitados internacionales (que tardaremos en volver a tener de forma presencial incluso cuando vuelvan los eventos) y, en general, las actividades del Manga Barcelona, que siempre logran convocar público (aunque sea porque la gente necesita un sitio con sillas para comerse el ramen sin que le llueva encima) con las editoriales vendiendo hype bajo la forma de nuevas licencias (algunas que se anunciaron hace año y medio todavía no han salido, mira si dan juego las expectativas) y cuatro filas de asientos okupadas por blogueros y corresponsales de guerra tuiteando todo lo que ocurre al instante, cual mercado de fichajes a media hora del cierre. Pero vamos, que estas situaciones no son lo habitual, que he dado conferencias en salas más vacías que el Valle de los Caídos. Tú pon cuatro paredes y un techo, llénalos de tebeos y funkos, y te digo yo que lo llenas aunque caigan chuzos de punta y el transporte público más cercano pille a una hora de camino. Que le pregunten al Japan Weekend Barcelona cuando se celebró en lo alto de Montjuich, allá donde Sasuke perdió la bandana, y que fue el germen de todo lo que les vino después.

Pero ahora mismo no hay tierra a la vista. Del Salón del Cómic de Zaragoza no hay noticia, ni de Viñetas (aunque hasta junio tampoco se sabría nada) ni tampoco del Comic Barcelona, que a estas alturas del año ya tendría reservados todos los stands para su edición de ¿abril? ¿mayo? ¿junio? (como cada año cae cuando le da la gana, huyendo de la Semana Santa, tampoco tengo claro su hipotética fecha en calendario). Las Heroes Comic Con ya ni las consideramos en la ecuación, porque venían tocadas y esto solo ha sido su puntilla final. Otras organizaciones, en cambio, ya han puesto fecha a sus próximos encuentros, como el Salón del Cómic de Granada (previsto para octubre) e incluso algunos han ido más lejos: menciono de nuevo a las Japan Weekend, que han planificado un buen repertorio de fechas para Valencia, Madrid, Barcelona o Bilbao desde mayo hasta fin de año, probablemente como una muestra de intenciones antes que como algo 100% factible… aunque ya tienen entradas a la venta para sus primeras ferias, eso sí, muy limitadas.

Lo cierto es que muchísimas empresas están deseando el regreso de las ferias, porque la pela es la pela. Especialmente las empresas que organizan ferias, pero las editoriales no nos quedamos atrás. Durante esos días nos saltamos los canales tradicionales de venta y nos llevamos el 100% del PVP de cada tebeo vendido, vale, qué cabrones somos, pero sobre todo nos atrae la idea de la liquidez inmediata. Una venta en librería no se cobra hasta tres meses más tarde en el mejor de los casos, pero en una feria lo que entra en caja se queda en caja y punto. Esa certeza no se paga con dinero. ¡Meeeeec, error! Sí se paga y bien pagada, que los eventos mejor valorados (esto es, que reúnen a más gente con la cartera llena) cuestan un ojo de la cara.

Os canto algunos números: para nosotros, el encuentro más rentable era sin duda el Manga Barcelona. Alcanzábamos las cinco cifras de cash, pero muchas empresas expositoras de calado superaban holgadamente las seis. Ahora bien, montar stand nos salía por un pico importante, sacad la calculadora que enumero, unos cinco mil euros el stand, el desplazamiento (furgoneta, gasoil, peajes) unos 800 euros, con el alojamiento y dietas hay que sumar otros 1000 euros como poco (si las cenas se animan puedes sumar un par de cientos de euros más)… como la mayoría de casas editoriales están afincadas en Cataluña estos dos últimos gastos les deben dar un poco igual, pero aquí el menda sube desde Valencia y 350 kilómetros de carretera son suficientes para subir de forma significativa el gasto final. Ahora soltad la Casio y leedme esto: NO SÉ SI ESTOY DISPUESTO A SOLTAR TODA ESTA GUITA DE NUEVO. La realidad es que las ventas online durante 2020 alcanzaron a las ventas en ferias de 2019, y en lo que llevamos de 2021 la cosa pinta a que va a tirar por el mismo camino. Con esa premisa, e intuyendo que cuando abran sus puertas los eventos irán a medio gas, con reducciones de aforo, controles y otras zarandajas, la cuestión es: ¿nos serán rentables? Para el organizador de un evento la recuperación de la inversión inmediata de sus expositores no es la prioridad, y de hecho muchas de las empresas más grandes acuden por una cuestión de marketing e imagen en la que no esperan recuperar automáticamente el coste de participación, pero para los pequeños y medianos editores sí que se trata de un asunto crucial que determinará nuestra presencia y en qué condiciones. Porque el coronavirus podría haber cambiado la faz de los eventos para siempre: ¿quiénes quedamos en pie para volver a la guerra? ¿Han sobrevivido aquellos que vendían camisetas y tazas pirateadas, o haberse quedado sin mercadillos ambulantes los ha desterrado de este plano de existencia? ¿Han muerto los fanzines durante este tiempo en el que no han tenido espacios para propagarse? ¿Las sesiones de firmas serán sustituidas por urnas para colaborar en crowdfundings? Lo que ocurra en Barcelona y Madrid es la clave, porque yo ya no tengo claro quién tiene la sartén por el manga.