J.J. Abrams, el director de franquicias preferido de Hollywood

Si se estudia la cultura popular de los últimos años, J.J. Abrams es un nombre que no se puede ni se debe esquivar. Es alguien que ha logrado, no solo conectar con el público una vez, si no hacerlo de forma continuada a lo largo de más de un lustro.

Su presencia causa mucha división. Y es que su arriesgada manera de entender la narrativa en la que antepone el misterio a su resolución y su efectista puesta en escena, es algo que tiene tantos admiradores acérrimos como detractores.

Sea como fuere, vale la pena estudiar su recorrido para tratar de entender cuál es su posición y cómo ha llegado a este punto.  

J.J. Abrams tuvo ciertas facilidades para poder obtener sus primeras oportunidades en la industria. Su padre es Gerald W. Abrams, quien ha tenido una dilatada carrera en la industria audiovisual, llegando a obtener dos nominaciones a los Emmy. Su madre, Carol Ann Abrams, también tiene más de un crédito en IMDB. Pero, a pesar de esas facilidades, se puede decir que la carrera de su hijo ha gozado de un mayor éxito.

Poco se conoce de su infancia, más allá de que creció en Nueva York. Estudió en el Paradise High School. De ahí pasó a estudiar en la universidad de artes Sarah Lawrence College, donde estudió cine.

Su debut se dio con la tierna edad de 16 años. Fue cuando puso música a la película de terror Nightbeast, dirigida por Don Dohler. Durante sus años universitarios, estableció una amistad cercana con Jill Mazursky, hija del legendario director de culto Paul Mazursky. A pesar de provenir de entornos de sensibilidades opuestas, parecieron entenderse a la perfección. Ambos vendieron el tratamiento de Millonario al Instante a Touchstone Pictures. La película dirigida por Arthur Hiller se estrenó en 1990, recibió unas críticas negativas y resultó escasamente lucrativa. J.J. Abrams tenía 24 años cuando esto se produjo.

Una vez finalizados sus estudios, se mudó a Los Angeles, principal foco de la industria del cine. Para sorpresa de nadie, poco tardó en tener grandes oportunidades. A pesar de que sus debuts están lejos de ser los deseables, un año después estrenó A Propósito de Henry, la cual produjo y firmó el guion, con unos resultados más notorios. La película de Mike Nichols fue un éxito comercial y crítico y fue la primera conexión que tendría el joven Abrams con estrellas como Harrison Ford (a quien terminaría dirigiendo años más tarde).

En 1992 Abrams puso palabras en la boca de Mel Gibson, Jamie Lee Curtis y Elijah Wood con el estreno de Eternamente Joven. La película fue otro éxito comercial. El inquieto joven, en ese momento, pasó a sentir interés por la animación y formó parte del equipo que comenzó el desarrollo de Shrek.

Por si fuera poco, en este periodo, logró estrenar otro guion (firmado con Mazursky, su última colaboración): Dos Chiflados en Remojo. Fue un notable fracaso. No se puede decir lo mismo de su siguiente proyecto para la gran pantalla. En 1998 llegó Armageddon, de Michael Bay, y es una película de suma importancia porque es la primera conexión de este guionista con el blockbuster. Los estudios confiaron en él para dar contenido dramático a este filme y terminó siendo un gran acierto.

El siguiente paso que cabe rastrear en este camino es Felicity. A pesar de tener abierto el camino de los estudios, Abrams prefirió explorar otro medio completamente diferente por aquel entonces: la televisión. Se trató de una serie romántica de jóvenes en la línea de otras producciones de principios de siglo. A pesar de haber quedada relegada al olvido, en su momento supuso la demostración de que Abrams es de fiar para la industria televisiva. También es la primera vez que Abrams probó sentarse en la silla del director.

La serie duró cuatro temporadas y finalizó en 2001, año en el que tuvo la oportunidad de estrenar otro guion: Nunca Juegues con Extraños, primera aproximación de Abrams al terror. Fue otra propuesta que se quedó en tierra de nadie y que pasó sin pena ni gloria.

Puesto que se sentía más cómodo en la televisión, optó por seguir en ese medio. No tardaría mucho más hasta que, al fin, encontró el producto con el que conectaría con un público mayoritario. Entre 2001 y 2005 ejerció de showrunner y creador de Alias, una serie de espías protagonizada por Jennifer Garner. Esta serie le dio un prestigio crítico como creador y es que es una serie que abrazaba técnicas estéticas y formales cinematográficas. Esta es la primera cosa que verdaderamente contiene sus señas de identidad como creador. Su voz fue encontrada.

Viendo como algunas producciones han tenido resultados lejos de los deseados por él, en 2001 fundó Bad Robot, bajo el manto de Touchstone Pictures. Se trató de una productora de la que él sería el propietario y, con ello, obtener un mayor control sobre sus proyectos, además de apoyar el trabajo ajeno de gente que esté empezando. Veinte años después, estar apoyado por Bad Robot es visto como una garantía.

Todo ello eclosionó en el fenómeno televisivo que fue Perdidos. A pesar de que su implicación no fue muy directa más allá del arranque, no se puede negar que sí contiene algunos esquemas dramáticos y filias que ha ido desarrollando a lo largo de su obra.

A pesar de todos los errores, la serie no tardó en convertirse en un evento que cambió el modelo de consumo televisivo a un nivel nunca visto. El camino de Abrams hasta el momento ha sido coherente y pausado. Tiene una gran ambición que le ha conducido donde está, pero tampoco ha sido cosa de la flor de un día.

En 2005 produjo y escribió The Catch, un telefilme cómico acerca de los cazarrecompensas que fue, en el mejor de los casos, divertido y sin mayores pretensiones. Al contrario de su ópera prima: Misión Imposible III. Que su debut en el cine fuera a través de un blockbuster (la tercera parte de una franquicia, para ser exactos) indica bastante bien la clase de director que es.

La franquicia estaba tocada, con lo que tuvo una gran responsabilidad a la hora de revitalizarla. Y salió triunfante, al terminar siendo un filme con una gran acogida. Todavía hoy se percibe como la mejor película de la franquicia para la mayoría.

Mientras seguía en emisión Perdidos, Abrams apoyó las series Seis Grados y ¿Qué Hacemos con Brian?, unos de los primeros trabajos de los hermanos Russo en la dirección. Mayor o menor su implicación, fue el principal gancho para que el espectador se interesase en esos productos. Su nombre ya se aproximaba al de una estrella.

Acto seguido, Bad Robot trabajó en levantar un proyecto complicado como Cloverfield. Se convirtió en una de las franquicias estrellas de la compañía y logró destacar a través de una campaña promocional innovadora y basada en la vitalización publicitaria a través de internet.

En el mismo año, tomando como referencia la serie de culto Expediente X, lanzó al público Fringe (Al Límite), un producto que tomó su espíritu y lo actualizó. El resultado, si bien luchó por sobrevivir temporada tras temporada, sí que está considerado como uno de los grandes y más carismáticos hallazgos televisivos de los últimos años.

Ese currículo lo acreditó para el trabajo de mayor envergadura hasta la fecha: la resurrección de Star Trek. Abrams logró hacerlo de una forma muy satisfactoria para todas las partes implicadas. La película es todo lo que cabría esperar y más y, con ella, el creador se consolidó definitivamente para los grandes estudios de Hollywood.

El prolífico creador no dejó atrás ninguna faceta por el camino. Y es que entre 2010 y 2011 trajo dos productos de desiguales resultados. Undercovers fue una serie televisiva que quiso añadir un tinte racial al género de los espías en la línea de Sr. y Sra. Smith. Terminó cancelada durante la emisión de la primera temporada.

Sin embargo, en 2011 cuajó su alianza con Stephen Spielberg y trajo Super 8, un emotivo homenaje a los productos de Amblyn de los ochenta. La película fue una recuperación nostálgica de ese tipo de películas que se adelantó a la oleada de creaciones culturales dedicadas a homenajear esa década.

Tras realizar en 2013 la más divisiva y polémica Star Trek: En La Oscuridad, con la que el propio Abrams no terminó particularmente satisfecho, decidió centrar su carrera en la televisión durante unos años. En ese periodo, dio luz a series de distinta trascendencia como son Revolution, Person of Interest, Almost Human y Believe.

Pero, gracias a su carrera como director de estudio capaz de resucitar franquicias, además de sus conexiones con Spielberg, todo parecía indicar que era la persona adecuada para que trajera de vuelta a Star Wars. Disney, tras la compra del imperio de George Lucas, era evidente que lo iba a rentabilizar. Y el primer paso no fue otro que lanzar el episodio VII, llamado El Despertar de la Fuerza

Fue todo un taquillazo, pero un grupo de los seguidores de la saga achacaron a la película su completa falta de riesgo. Pero lo cierto es que el estudio lo veía como algo con lo que no se debía experimentar, puesto que podría haber sido un gran fracaso.

En cualquier caso, Abrams decidió huir de la presión y volvió a centrarse en series de televisión en las que se sentía más cómodo. Durante 2016 y 2019, se pueden contabilizar dos series que adaptaban a Stephen King como Castle Rock y 22.11.63, Roadies, la serie de Cameron Crowe, Westworld, la serie de HBO llamada a sustituir a Juego de Tronos, o los documentales de índole social y político 100 Years y America Divided. Además, sacó tiempo para producir películas tan diferentes como las secuelas de Cloverfield y Ovelord, dando grandes oportunidades a directores desconocidos.

La franquicia de Star Wars estaba al rojo vivo tras los problemáticos estrenos del Episodio VII y del spin off de Han Solo. Y el Episodio IX debía cerrar una complicada línea narrativa para esta trilogía. Tal vez ese fuera el motivo principal por el que Kathleen Kennedy, principal responsable de los juguetes de Lucas, volvió a contar con Abrams.

El Ascenso de Skywalker tuvo una recepción crítica unánimemente negativa. A pesar de obtener un gran rédito económico, la decepción se hizo sonar con gran potencia. Fue la película que hizo que Lucasfilms tuviera que reconsiderar su estrategia. Abrams trató de dar coherencia allá donde no había, y resultó ser un filme que hay que valorar más por sus intenciones que por su metodología.

En cualquier caso, no se ha estado durmiendo entre laureles y  ha seguido contribuyendo a la televisión con la producción del documental El Último Vuelo del Challenger para Netflix y de Little Voice, una serie de fuerte componente musical. Su último proyecto televisivo de gran repercusión fue Territorio Lovecraft, en el que colaboró con Jordan Peele.

¿El futuro? Tiene pendiente de estreno una nueva adaptación de Stephen King: La Historia de Lisey o el remake del anime Your Name. Pero, por encima de esto, sigue buscando proyectos de gran presupuesto y ha volcado su interés en la vertiente oscura y mágica de DC. Y es que Bad Robot va a estar detrás de las producciones de La Liga de la Justicia Oscura, de Constantine y de Zatanna, que además va a estar escrita por Emerald Fennel, directora de la oscarizable Promising Young Woman.

Guste más o menos, J.J. Abrams es sinónimo de confianza. Es alguien que ha conseguido labrarse una carrera cimentada en grandes números y en proyectos que han dejado huella tanto en cine como en televisión.

En el futuro próximo probará suerte con algo de superhéroes. Será su primer proyecto que adapte un cómic. El tiempo dirá si sale victorioso de esa misión.