Bradley de Él, la soledad del corredor de fondo

Hay muchas incógnitas y temas universales para las que parece no haber una resolución posible. Siglo tras siglo se ha intentado responder por parte de grandes pensadores, la humanidad ha colisionado constantemente por creer que sabe la verdad detrás de todo, se han publicado multitud de ensayos sesudos que se esperaba que arrojarsen algo de luz… E, incluso, hay grandes templos de gente que parece tenerlo todo claro. Pero, lo cierto, es que no se ha avanzado demasiado del punto de partida. ¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Cuál es la función de debemos desempeñar? ¿Hay algo esperándonos una vez muramos? Nadie sabe nada. Nadie puede demostrar nada.

Una de las funciones más destacables del arte, desde siempre, ha sido aportar perspectivas distintas a la tuya y que te cuestiones absolutamente todo lo que creer saber. Las creaciones de esta índole que mayor impacto han dejado son aquellas que tratan de demoler tu sistema de valores y creencias. Y no lo hacen desde una posición altiva o condescendiente. Por el contrario, lo hacen poniendo sobre papel, lienzo o fotograma un punto de vista complementario al tuyo.

Bradley de Él nace de una era de la confusión y del ruido. Ya no es que se dude acerca de las cuestiones metafísicas, es que aquello que es más palpable y que hasta ahora se daba por hecho se ha visto superado por una nube turbia, temible y peligrosa de incertidumbre. Y, ante ello, se ha producido una sensación de caos, de descontrol y de indefensión ante lo que se pueda esperar de aquí a unos años. Y este contexto ha impregnado esta obra.

Portada del tomo de Alpha Cómic.

Esta novela gráfica recoge buena parte de este espíritu y la baña de un espíritu metalingüístico y referencial posmoderno. La selección del actor Bradley Cooper como una especie de Hermes en crisis responde a una sociedad que ha mitificado a sus famosos.

A lo que ha aspirado aquí Connor Willumsen es de una ambición por encima de la media. Es alguien que va más allá de la superficie. A pesar de haber aparentes divagaciones, tiene un simbolismo fuera de toda duda.  

La metáfora visual del corredor en una carrera sin fin para expresar una búsqueda de un destino y un sentido al que nunca se va a llegar no es novedoso. Pero sigue siendo una de las más poderosas y plásticas. En un medio eminentemente visual, el movimiento forma parte fundamental. Y, con perdón al jinete trotando, no hay una mejor forma de transmitir eso que alguien corriendo.

A pesar de que es una imagen muy directa y física, lo que propone Connor Willumsen no tiene nada de sencillo. Este trabajo goza de muchas capas de interpretación y, con cada lectura, parece que quiere arrastrarte a un pozo sin fin en el que, por el camino, descubres nuevas cosas. Se trata de un viaje en el sentido más amplio de la palabra.

Al leer esta obra, está claro que se está ante una creación de una mente verdaderamente inquieta. Y es contagiosa desde un primer momento. Aquí se tantean una serie de cuestiones de índole filosófico en el que temas como la fama y su ausencia, la unión de la realidad y la ficción, el paso del tiempo y la linealidad de este se dan la mano en esta narración.

Para ello, se ha escogido una premisa que no podría ser más simple: una especie de versión alternativa de Bradley Cooper opta por salir a correr. Y a partir de ahí, se sirve para lanzar conceptos y abstracciones lúcidas. Tachar de un género literario o visual a esta obra es difícil, porque toma de tantos otros, y encuadrarla sería negar la presencia de determinadas características que son intrínsecas. Y en el momento en el que se intentan establecer paralelismos con otros trabajos, el autor es consciente de ello y siempre destruye tus expectativas y aquello que crees saber.

¡Que si quiere bolsa!

Es evidente que esta no va a ser nunca una obra mayoritaria, puesto que se suele buscar un entretenimiento más cómodo. Pero lo que sí se puede decir de Bradley de Él es que es tan satisfactorio como cuando sabes que estás ante algo que es (o debería ser) grande. Pero es que lo es sin necesidad de exhibiciones gratuitas. En su sobriedad (que no quiere decir que no tenga momentos de un lirismo espectacular) reside su belleza. Como también la alcanza en el momento en el que despierta todas las inquietudes del lector desde que abre el tomo y se ve inmerso en este espontáneo, absurdo y maravilloso viaje.

El dibujo de este autor contiene un talento perceptible. Consigue no solo plasmar visualmente ideas verdaderamente abstractas, sino hacerlo de un modo en el que es sencillo de leer. La vista se deja llevar por estas páginas de una forma en la que pocos trabajos en este medio lo han logrado. Cuando uno está ante una de estas obras que te avasallan y te sacuden por su alto nivel de ideas, tan solo uno puede alabar este nivel de talento. Cada página está repleta de mil y un detalles, es fluida, es libre y es profunda. Y lo hace con un trazo a medio camino entre lo limpio y lo sucio, pero muy depurado.  Un blanco y negro con distintos matices de grises.

Bradley de Él es una obra que va, sin prisa, pero sin pausa, contra el viento. Un cómic que busca ser difícil cuando se tiende a dejar las cosas mascadas. Una lectura desafiante para la que no basta sacar respuestas categóricas, porque en la vida no las hay. Y ante ello, si se quiere ser fiel, no hay otra alternativa que ser poco convencional. Y, desde luego, lo que aquí se lee es de todo menos eso

Título: Bradley de Él
Guion y dibujo: Connor Willumsen
Edición Nacional: Alpha Cómic
Edición original: Koyama Press
Formato:   Tomo rústica de 80 páginas en blanco y negro
Precio: 16.5 €