Palabra de Editor 16 – Las temidas devoluciones

Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.

A Ivrea le cayó la del pulpo cuando anunció hace unas semanas en sus redes sociales que abrían una tienda online con sus mangas. Está claro que hay quien tiene resentimiento a la editorial porque tiene un histórico de respuestas bordes a los lectores (hace ya años de aquellas polémicas, pero se han quedado con el sanbenito), pero no es la primera ni la última editorial que se ha montado o ya disponía de servicio de venta directo por Internet. Milky Way tiene consolidado su #MangaDeMedianoche y, fíjate, las librerías no paran de pedir sus libros (y una de mis distribuidoras de Valencia no para de decírmelo, mira, mira qué buenos son, mira que venden un montón… ya no sé dónde meterme cuando les acerco una caja de tebeos sin que me saquen los colores). Tomodomo, Grafito, Letrablanka, promocionan sus ventas a piñón por ese mismo canal. Nosotros lo hacemos. Norma Editorial de toda la vida. Kodai puso a la venta online su primer manga BL hace unos días y el servidor se les cayó de la avalancha de visitas que recibieron. A Ivrea la han criticado por poner los envíos gratuitos, pero a día de hoy es difícil comprender el servicio online sin ofrecer una opción sin gastos (y a las librerías les sale más barato el envío a través del último acuerdo comercial cerrado con Correos).

No entiendo por qué se pone de nuevo el grito en el cielo con la cantinela de que haciendo esto se roban ventas a las librerías, cuando ya os he dicho por activa y por pasiva que no hemos tocado techo en cuanto a puntos de venta de cómic en España. Del mismo modo, cada vez que abre una librería (que no ocurre tan a menudo como nos gustaría, pero ocurre) otra debería automáticamente echar el cierre porque se queda sin cuota de mercado. ¿Las librerías exclusivamente virtuales son menos lícitas que las que pagan el alquiler de un bajo? Y el remate final: ¿por qué una librería de toda la vida, o un nuevo emprendedor, se plantearía abrir un punto de venta digital si ya existe Amazon? ¿No se dice que no hay quién pueda competir con el gigante de Bezos? ¿Pa qué te metes entonces, no ves que ya no cabe nadie más? Pues porque sí que cabe. Nos quedan muchos lectores por alcanzar.

Venga, repitamos todos a coro: SE PUEDEN GENERAR NUEVAS VENTAS SIN QUE ELLO SUPONGA BIRLÁRSELAS A OTRO. Y aquel que haga una buena labor comercial se llevará al cliente, en función de lo que vaya buscando: proximidad, rapidez, buen trato, encontrar aquello que le falta, comprar en un espacio bonito, buscar recomendaciones, echarse unas risas, afinidad lectora, que te metan unas golosinas en la bolsa cual camello a la puerta de un colegio. Creo que no existe la tienda perfecta que pueda aglutinar absolutamente todo, y según la personalidad y ansia coleccionista de cada lector este encontrará acomodo en un sitio u otro. Lo importante es que entre todos continuemos predicando la Palabra del Cómic, porque queda mucha misión por delante, desde el papel de cada uno como productores, divulgadores y distribuidores, pero también colándonos en las instituciones con el objetivo de alcanzar un papel didáctico y cultural en la sociedad… Y QUE SE VENDAN MÁS TEBEOS. Algún día. Pronto. Ojalá.

Dejad que Ivrea venda sus mangas donde puedan, porque al final todos tenemos unos Jojos en el catálogo (bueno, más quisiera tener algo tan tocho como los Jojos, pero sabéis por donde voy) y luego otras series (muchas) que no venden tan bien como los Jojos, y que casi toda la aclamada cadena de valor del cómic termina por dejar en cajas y en el olvido. La brecha entre el best-seller y todo lo demás cada vez es más ancha, y se nota en los títulos que se licencian y en los precios que acabaréis pagando, medio euro más, un euro más, dos euros más, porque las tiradas son más cortas que antes y hay más títulos que nunca. Porque la novedad es la ley y el catálogo de hace seis meses es cosa del pasado. Ese es el único motivo por el que sale a cuenta publicar una serie larga: que los volúmenes del cuarto en adelante son un recordatorio constante de que la colección existe, una publicidad con periodicidad, que ayuda a que se siguen vendiendo los tomos 1, 2 y 3, los auténticos artífices de la recaudación. Y, como editor te niegas a abandonar la que consideras una buena licencia o un trabajo de gente de aquí, subes una foto, mandas unas copias de prensa, recuerdas a tus lectores que, eh, estos tebeos siguen estando, que existen, y tanto que existen, si saco (X) cómics al mes y tengo (X multiplicado por 10, 20, 60 meses) aquí ocupando almacén, los palets están hasta en el cuarto de baño de la oficina (verídico) (qué asco, borrad esa imagen) (da igual, el baño no funciona). Y esto solo lo hacemos nosotros, los editores, porque solo los editores se comen los libros si no encuentran dueño: en los puntos de venta todos los tebeos se devuelven al cabo de un tiempo si se quedan sin vender. Y te aseguro que la imprenta no los va a querer como si fueran un envase retornable.

¿Todos? ¡No! Una serie de irreductibles editoriales ponen entre la espada y la pared a las librerías impidiendo el retorno de sus libros, por lo que es el punto de venta el que arriesga si les pide material. Planeta juega a esto, lo que llamamos venta en firme. Leo alabanzas hacia ellos porque no tienen venta a través de su página web, pero ¿para qué la iban a necesitar? Cada novedad que sale de sus instalaciones está vendida sí o sí. No va a volver. Es beneficio 100% seguro. Esto de vender en firme también lo hacen algunas editoriales pequeñas, que con su reducido presupuesto no se la quieren jugar, pero son las menos (y sus ventas también suelen ser las menos). Y, mientras tanto, yo tengo que esperarme cuatro meses desde que lanzo un tebeo para saber cuánto he vendido de verdad, porque si me alegro demasiado el Mes nº1 me puedo llevar un chafón gordo noventa días más tarde.

Al menos esta situación es más halagüeña que la que me chivan algunos libreros que se daba en los noventa, cuando llegó un momento en que se permitían devoluciones después de UN AÑO Y MEDIO. Si cuando la cuarentena, hace casi un año, me hubieran venido con devoluciones de libros de finales de 2018 no estaría aquí para contaros nada. No es que crea que mis tebeos sean una catástrofe de ventas, pero la posibilidad es paralizante: es muy complicado trazar un plan a corto plazo con esas condiciones.

En ese ciclo sin fin de lanzamientos, envíos y devoluciones cada operador trabaja bajo sus propios parámetros y acuerdos con cada punto de venta, que pueden ser distintos según si se trata de una gran superficie, una librería especializada o una general, una que solo tenga plataforma digital o, atención, una subdistribuidora que sirva a su vez a otros de forma local y, a su vez, ofrezca otros descuentos y condiciones diferentes a sus clientes, un intermediario más que facilita en muchas ocasiones tener material a depósito o devoluciones más flexibles. El tema da para una nueva columna por sí misma, y por eso hoy concluyo diciendo: yo, como editor, no tengo ni la más remota idea de dónde están mis libros. Sé que llegan a determinadas librerías porque suben fotos de mis novedades en sus cuentas de Twitter y Facebook… y para de contar. No tengo referencia a través de Zonalibros (el sistema de inventario que utilizan casi todas las distribuidoras) de por dónde van mis cómics. En el momento en que abandonan mi almacén desconozco a qué nuevas plataformas van a parar, qué saltos hacen y en qué estantes acaban. Ya no digo qué ejemplares tiene cada tienda, acabáramos, sino siquiera dónde hay algo mío. Así que al final te enteras por contacto directo con las librerías, con quienes haces un trabajo de comercial (aspecto, por otra parte, que llevo por inercia y en el que me tendría que poner las pilas, como no paran de recordarme algunas). Que no me parece mal, pero entonces que no me soplen más del 50% del PVP de portada. ¡Necesito más información para poder hacer bien mi trabajo! O, al menos, para saber que estoy haciendo por mis libros todo lo que puedo.

Y todavía habrá dudas de por qué abrimos tiendas online. Al menos en mi web tengo las cosas claras.

La semana que viene, Las temidas devoluciones (II): el reparto de la tarta.