Cuando brillan las estrellas, un tebeo directo al corazón a propósito de la vida en un campo de refugiados

La historietista Victoria Jamieson da vida y voz en Cuando brillan las estrellas a Omar Mohamed, un somalí que vivió durante 15 años en el campo de refugiados de Dadaab en Kenia sin perder la esperanza de poder volver algún día a su hogar y reencontrarse con su madre. Una historia que recrea parte de la infancia y de la adolescencia de Mohamed y que nos llega de la mano de Maeva Young en la traducción de José C. Valdés.

Publicado en EEUU en abril de 2020 por Dial Books, sello del gigante editorial Penguin Random House, el tebeo ha sido incluido en listas como la de los 25 mejores libros para niños de 2020 de The New York Times o la selección de los mejores cómics de 2020 para School Library Journal, galardonado con premios como el Honor Book for older Readers en los Children’s Africana Book Awards, o finalista en la categoría de Young’s People Literature de la edición de 2020 de los National Book Awards, además de estar recomendado por el Comité Español de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

Una de las principales líneas de desarrollo y más en auge del movimiento de la novela gráfica es, sin duda, el cómic autobiográfico. Los historietistas lo han abrazado con fruición para expresar sus inquietudes y aquellos sucesos que los marcaron profundamente en alguna etapa de sus vidas. Desde la cotidianidad y una voluntad casi confesional, conjugan testimonio y empatía en una conexión directa con los lectores. No obstante, la autobiografía no resulta patrimonio exclusivo de dicho movimiento; también encontramos trazas de esos relatos personales en el cómic infantil y juvenil, influenciado probablemente por las tendencias que configuran el actual paradigma del medio. Puede llegar a resultar paradójico encontrar ciertos paralelismos entre novela gráfica y cómic producido para ese segmento de edad, pues recordemos cómo ese movimiento surge por concepción y convicción y desde unas inquietudes y formas de expresión antagónico a una industria tradicional tan identificada con el público infantil y juvenil (La novela gráfica, de Santiago García, Astiberri, 2010). No obstante, se pueden establecer. De esta forma, se aprecia claramente en la producción de la imprescindible y superventas Raina Telgemeier. Y lo mismo sucede en Cuando brillan las estrellas (Maeva Young), donde la historietista norteamericana Victoria Jamieson pone al servicio de Omar Mohamed su trazo para vehicular la infancia y adolescencia de este somalí de nacimiento que llegó siendo un niño junto a su hermano pequeño Hassán al campamento de refugiados de la ONU en Dadaab (Kenia). Una estancia que se prolongó durante 15 años, hasta que Omar y Hassán fueron reasentados en Estados Unidos, país en el que ahora viven y desde el que se ha gestado este tebeo.

Los medios de comunicación reflejan a diario el drama de tantas y tantas personas que han de huir de sus hogares y que se ven obligados a permanecer en un limbo espacio-temporal-personal durante un tiempo dolorosamente indefinido. Dar a conocer esta realidad y trasmitirla de forma adecuada a los niños y adolescentes para que comprendan las implicaciones y sean conscientes de su existencia se estima preciso para que no crezcan con una idea errónea de lo que sucede en el mundo. Cuando brillan las estrellas se presenta como un relato biográfico a través de los ojos de un niño del día a día de un refugiado. Dirigido a lectores de a partir de 9 años, se antoja necesario y se presenta luminoso y emocionante.

Así pues, gracias a las viñetas de Jamieson y Mohamed, nos colamos en la tediosa rutina del inmenso campo de refugiados de Dabaad, en Kenia. Más concretamente en el de Ifo, uno de los tres en que se divide dicho campo. Allí se ubica la tienda que Omar y Hassán aceptan tácita y temporalmente como hogar y junto a la que vive Fatuma, la mujer que los cuida como si fueran sus propios hijos y que ejerce de tutora de los dos hermanos. Siguiendo los pasos de Omar, deambulamos por las calles de esa artificiosa ciudad y observamos cómo se distribuyen y levantan las diferentes tiendas. Le vemos realizar las diversas tareas del hogar compaginándolas con los cuidados hacia su hermano Hassán. Acompañamos al pequeño a recoger agua a la fuente de la que se abastecen todos los habitantes del campo. Y también hacemos cola con él esperando en el centro de distribución, cartilla de racionamiento en mano, al reparto quincenal de la comida asignada. Al presenciar cómo se distribuyen las raciones, es inevitable pensar en la escasez vivida en los años 40 en nuestro país cuando se implantó el racionamiento, época que ya no tantos recuerdan (por edad) pero que queda patente en la documentación que albergan nuestros archivos. Podemos hacernos una idea de la monotonía e inercia del día a día gracias a esos detalles y al desarrollo de la trama. Pero igualmente somos testigos de una serie de eventos que alteran la impasibilidad del tiempo para sus habitantes: los juegos en los que participan Omar, Hassán y el resto de los niños de la zona, inundando esa inalterable atmósfera de risas infantiles en torno a una pelota, al escondite nocturno o a la versión local del polis y cacos; la algarabía de las diversas festividades culturales y religiosas celebradas; o el nerviosismo y la expectación que supone la aparición de las listas de reasentamientos, antesala del ansiado pasaporte que les permita abandonar una situación que no han pedido. Y de otros factores que permiten hacer su estancia allí algo más llevadera: la presencia de cooperantes y voluntarios que colaboran en diferentes tareas. En este caso concreto es la acción del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en la figura de dos personajes (Salán y Susana Martínez) la que marcará la diferencia para Omar.

Diario de un campo de refugiados

Pero si algo sirve de válvula de escape a Omar es la escuela. Su apetito es voraz y presenta una latente hambre de conocimientos aún antes de comenzar a ir. Gracias a ese espacio algo caótico en el que no hay tan apenas sitio en los pupitres para todos los alumnos que acuden ni material para tomar apuntes y en el que las clases se imparten en una lengua que no es la suya, ve ampliarse su pequeño universo encontrando una suerte de remanso para su día a día. Ni que decir tiene que la igualdad de oportunidades para acceder a la educación adquiere un papel muy relevante en este cómic. Los conocimientos son la puerta para labrarse un futuro y en un campo de refugiados adquieren un matiz extra: distraer de la durísima realidad brindando la posibilidad de un futuro. Tanto es así que el adulto Omar Mohamed que es hoy ha desarrollado un proyecto con el que quiere hacer posible la educación para todos los niños en los campos de refugiados. Se trata de la ONG Refugee Strong con la que apoya y colabora con esos estudiantes que se encuentran en un campo de refugiados, como una vez estuvo él.

No es sencillo hacer comprensible a los niños y chavales qué significa ser refugiado. En ocasiones no encontramos las palabras ya que desconocemos los múltiples porqués que un buen día empujan a personas a huir de sus hogares y viéndose obligados a sustituir su confortable cotidianidad por una vida desprovista de contenido en un lugar totalmente ajeno. Tampoco estamos familiarizados con esa sensación de tener que convivir y rememorar consciente o inconscientemente un pasado lleno de sufrimientos o de saber que se ha truncado un futuro que jamás será. Todo ello se nos muestra de forma emotiva pero sin caer en lo lacrimógeno a través de un grupo de niños encabezado por Omar que inmediatamente empatizan con los lectores. Y es que además de refugiados, son niños y adolescentes y se comportan como tales, estableciendo de esta forma un vínculo con los lectores a los que está destinado este cómic que propicia la transmisión del testimonio y de su mensaje.

Cuando brillan las estrellas ilustra a la perfección qué significa e implica habitar en un campo de refugiados, ese espacio en el que se mezclan gentes de diversas nacionalidades pero con un denominador común: un presente que no jamás imaginaron protagonizar, que no han escogido pero con el que se ven obligados a lidiar. Por boca del propio Omar, escuchando sus reflexiones o presenciando sus reacciones, los lectores a los que va dirigido el cómic comprenderán que un campo de refugiados es algo más que un lugar aburrido y en el que se pasa hambre. Las acepciones a su significado se van desvelando conforme avanza el relato. Un campo de refugiados es un lugar donde se está un tiempo hasta que se puede volver a casa. Una sala de espera. Una cárcel.

Así es el campo de refugiados de Dadaab

La historia de Omar (pertrechada, por cierto, a partir de una casual y feliz coincidencia de Victoria Jamieson y Omar Mohamed precisamente en una organización prestando voluntariado en torno a los refugiados) se presenta en tres actos y tejida con hebras de realidad. Levantada desde la primera persona de un narrador protagonista y omnisciente, ofrece al lector una visión directa tanto de lo que le pasa por la cabeza a su personaje principal como de lo que sucede a su alrededor. La mirada infantil le otorga al relato un aire cándido y cálido. La de Omar es una historia que no escatima en sentimientos ni maquilla realidades a la hora de ser plasmada, pero el trazo cartoon de Jamieson (Sobre patines o Preparada, lista… ¡Bienvenida a clase!), los toques de comicidad y el planteamiento del guion dulcifican las partes más cruda del relato y se ofrecen al lector con extrema delicadeza. Y lo cierto es que el color que le aplica Geddy contribuye a dotar de atmósfera al relato, transportándonos de manera inmediata con su paleta a tierras africanas.

La secuencialidad del relato y el ritmo narrativo de la trama contrastan poderosamente con esa percepción transmitida del lánguido transcurrir del tiempo en un campo de refugiados. El cómic atrapa desde el primer instante y buena parte de culpa la tiene la profundidad y caracterización de los diversos personajes que toman parte en la narración así como la capacidad para reconstruir Dabaad ante nuestros ojos y la introducción de diferentes temas de fondo. Por las viñetas se pasean cuestiones tales como como la soledad de quien ha visto morir a sus seres queridos, la incertidumbre de un reencuentro con personas a las que ha perdido en su huida o de las que ha tenido que separarse, la melancolía de un hogar que no volverá, el peso de los demonios que cada uno arrastramos, las tradiciones que abocan a las niñas a no tener voz o las limitaciones que la sociedad asume e impone a las personas con diversidad funcional o necesidades especiales. Pero también hay margen para el optimismo desde el espíritu fraternal, el apoyo incondicional, el instinto de protección y de solidaridad de un colectivo, la esperanza de los planes de futuro y la firme determinación de seguir adelante sean cuales sean los obstáculos que la vida te pone por delante.

Las noches despiertan los demonios que habitan en nuestro interior

Cuando brillan las estrellas es un sobresaliente producto creativo muy disfrutable y bien construido, un hermoso relato repleto de humanidad, esperanza, superación, vida y color en el que se muestra la fuerza de los vínculos, de la solidaridad y del amor para hacer frente a todas las adversidades. Pero además es un tebeo con un extraordinario potencial para trabajar tanto los valores subyacentes del testimonio de Omar como una serie de cuestiones que van apareciendo en sus viñetas. La propia Jamieson ha creado en su web un apartado especial en el que recoge contenidos tan interesantes como una guía del profesor adaptada al currículo escolar desde 6º a 8º curso (estadounidense) y material audiovisual para acercar la realidad de los refugiados a los chavales, algunos de los cuales llegan directamente desde el campo de Dadaab.

Así, Cuando brillan las estrellas muestra una realidad, responde preguntas pero también da pie a que los jóvenes lectores abran debates y se planteen cuestiones. Un tebeo redondo.

Título: Cuando brillan las estrellas. Una historia inolvidable
Guion: Victoria Jamieson y Omar Mohamed
Dibujo: Victoria Jamieson
Color: Iman Geddy
Edición Nacional: Maeva Young
Edición original: Dial Books
Formato: Rústica de 272 páginas.
Precio: 16,90 €