Palabra de Editor 14 – Los tebeos no se hacen solos, hay que tebearlos.

Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia (@Fandogamia) y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga.

El año pasado, durante el Tintubre, me encontré por Facebook una publicación de Raule que me hizo pensar fuerte. Decía que “no hay que confundir a un editor de un publicador. Un publicador es aquel que se limita a comprar los derechos de una obra extranjera, la traduce y la publica en su país. Un editor es quien contrata una obra y paga al autor por crearla. Ello de da derecho a supervisarla y a sugerir los cambios que estime oportuno, aunque el autor siempre tiene la última palabra”.

Leñe. Yo siempre me he considerado un fanzinero venido a más y ahora me vienen con estos dilemas. Reduccionismos aparte, creo que ambos términos son caras de la misma moneda. Dentro del trabajo de “publicador” sigue habiendo un trabajo de “editor” (selección de obras, elección de fuentes tipográficas, el diseño de cubiertas, difusión…), y me parece que ser una cosa o la otra es más una cuestión de “prestigio”. Como lo que importa es que los lectores lean (y paguen) porque la fama por sí misma no da de comer (ni aunque tengas un millón de seguidores en redes, siempre va a haber alguien detrás poniendo el parné), no voy a entrar al meollo. Probablemente yo sea uno de esos herejes porque apenas un 25% de mi producción es nacional, o según el año ni eso, pero como #PalabraDePublicador me parece un nombre un poco mierder me vais a permitir la licencia poética de dejarlo como está. Quería abrir el melón Fernando Llor en su última columna, citando como referencia la Ley General de Comunicación Audiovisual, con esta pregunta (sic): ¿Es posible una Ley del Cómic? ¿Puede llegar algún día la ley del cómic a obligar a destinar un tanto por ciento de los ingresos a producir cómic español a todo aquel que venda cómic en España? Hombre, tampoco es que esta sea la industria más boyante del territorio fespañol, ya te lo adelanto, pero dejo escrito aquí que al menos yo cumplo mi cuota, por decisión propia y bajo la creencia firme en que si no generamos industria nacional nos vamos a ir al carajo.

Una tira sin control editorial

La verdad es que alguno me ha dejado caer en ocasiones que soy un editor poco editor, en el sentido de que persigo poco a los autores, que tengo mano blanda, que hablo muy pronto de dinero (como si ser honesto fuera de ser poco profesional, yo ya no entiendo nada). Pero a ver, si yo contrato a alguien para publicar su trabajo es porque confío totalmente en su profesionalidad y le dejo hacer, tarde el tiempo que tarde, que para algo hay unas fechas previstas en contrato. Hago poco de mamá porque, leches, no es como si hubiera contratado a un menor de edad al que tenga que llevar de la manita, pero hay a quien le ha tocado llamar por las mañanas para despertar a su dibujante. A veces nos toca asumir el papel de coach y dar un empujón espiritual a la cosa en momentos de bajona, que a todos nos pasa, pero yo hay límites que no estoy dispuesto a rebasar. ¿Qué no cumples con las fechas de entrega? Pues nada, lo dejamos estar y listo. Hasta el momento solo me ha pasado con un autor que una vez firmado todo jamás volvió a contactar… pero yo tampoco fui detrás a buscarle (sigue vivo, eh, que le veo activo en redes). Y tan contentos.

Entonces, ¿qué seguimiento le hago a un autor o autora cuando decidimos publicar su trabajo, en el trascurso de esos largos meses entre la rúbrica del contrato y el momento en que el tebeo se imprime? Pues el proceso es absolutamente diferente en cada caso, y es parte de la magia que hace de este trabajo algo fascinante. Aquí es donde más se entiende la diferencia esa con la figura del publicador: mientras aquel simplemente contrata una edición extranjera, la localiza para su territorio con sus criterios de diseño y adaptación y le da al botón de imprimir, el editor es partícipe de muchas decisiones durante proceso creativo, estableciendo una alianza con la parte artística, véase the original creators. Este concepto de la alianza se lo he robado a mi mujer, que es psicóloga, y quiere decir que si confías en tu terapeuta y estableces un vínculo con él las cosas que te diga te las tomarás a buenas y las tendrás en mayor consideración (que le harás puto caso). Pues eso de la alianza es esencial, y ya os lo comentaba hace unas columnas con estas palabras: lo normal es que si presentas tu proyecto a un editor sea porque confías en su criterio y en que las cosas que tenga que decir añadan valor a tus propias ideas y las lleven a buen puerto.


ilustracion de portada de THREASON ANTES de reunión editorial

Decía que hay de todo y que todo vale. Cuando es un cómic de humor, y especialmente si son tiras cómicas, normalmente dejamos el asunto en manos del autor o autora porque creemos plenamente en que el nivel se mantenga idéntico al de la muestra presentada en el proyecto. Claro que habrá páginas mejores y otras más flojas, pero en esencia pronosticamos que el conjunto será bueno, así que dejamos hacer… ¡y hasta ahora no hemos errado el tiro!  Así que nuestros dibujantes de humor tienen carta blanca para hacer lo que les de la santa gana (y se nota, se nota). En lo único en lo que metemos mano es en el diseño del libro y en hacer selección de páginas si se trata de una recopilación de material ya publicado, como pasa con los libros de autores de El Jueves, pero incluso ahí solemos priorizar el criterio personal del creador.

Con los cómics que tienen trama la cosa es otro cantar, porque si falla algo el libro se desmonta… y no estoy hablando de la encuadernación. La narración, el estilo gráfico, el hilo de planteamiento/nudo/desenlace, los chistes de mierda, hasta los silencios, todo ha de encajar en armonía. Ya no digo que sea bueno o malo, sino que funcione. Así que ahí sí que intervenimos de muchas formas posibles y es donde más brilla nuestro papel en las sombras. A veces, durante las reuniones previas a firmar un acuerdo de edición, planteamos nuestras dudas sobre el argumento, los personajes o la deriva de la historia y ayudamos a encontrar el camino correcto, “ese toque que le falta”. El giro de tuerca que despierta el interés del lector al final del primer acto. Detalles que vale la pena destacar para entender mejor la motivación del protagonista. Cambiar los tiempos de varias escenas para que todo fluya. La paleta de colores que se va a utilizar, qué tipo de gags creemos que le pegan más, cómo encarrilar el clímax. En resumidas cuentas, cercar y perfilar la idea que plantea el proyecto para que sea un tebeo interesante a todos los niveles que nos interesan: estético, literario y comercial.

Un autor con el que llevamos tiempo trabajando me planteó un tebeo que todavía no hemos arrancado, pero tuvimos varias reuniones en las que, modestia aparte, le resolví la trama de toda la saga. Había un diseño de personajes bueno no, lo siguiente, y una historia que valía la pena contar, pero le faltaban los elementos que hicieran crecer a los protagonistas. Tiempo después me contó que otro editor se interesó por ese mismo proyecto, y no sé si le ofrecería más o menos pasta, pero rechazó esa propuesta. ¿Por qué? La respuesta me emocionó una miaja: “has puesto tanto en este cómic que es tuyo sí o sí”.  Aún no hemos avanzado mucho con este tebeo en concreto (risas), pero me quedo con la idea romántica de poder aportarle tanto al artista como para que tenga ese pensamiento en lugar de mandarme a la mierda por meterme donde no me llaman.

ilustracion de portada de THREASON después de reunión editorial

A partir de esos preliminares, y con todas las formalidades legales selladas, normalmente trabajamos sobre la base de un storyboard, ya sean bocetos de todas las páginas del cómic y/o el guion técnico. A veces lo recibimos todo de golpe, a veces por capítulos. Y, de nuevo, sacamos nuestro lado más creativo: hacemos preguntas a los autores si no entendemos lo que ocurre en alguna de las secuencias, sugerimos añadir viñetas o diálogos para ampliar la información y que todo discurra con naturalidad, planteamos cambiar algún diálogo para que las personalidades de los personajes destaquen más, o si hay fórmulas repetitivas o con un lenguaje forzado. Incluso pedimos cambios radicales cuando detectamos fallos de raccord, viñetas en las que no se entiende qué está pasando o composiciones de páginas complicadas de leer. En esos momentos tienes que ir saltando entre tu faceta artística y tu faceta lectora, poniéndote en todos los pellejos al mismo tiempo: cuando detectas problemas, ¿cómo reorientar las cosas para no sobrecargar de trabajo (y frustración) al autor pero que la experiencia de lectura sea óptima? Pues poniendo al mal tiempo buena cara y siendo alguien sobre quien poder depositar cargas.

En muy, muy pocas ocasiones dejamos que un cómic llegue del proyecto previo a su fin sin pasar por nuestras revisiones en un momento u otro, y solo ocurre con autores/as a quienes dejaría empuñar una pistola apuntando a mis ojos. Y esto se consigue con el paso del tiempo, cuando esa alianza se convierte en una afinidad legítima y todos los integrantes del equipo sienten que forman parte del mismo barco. Confieso que he cerrado contratos con personas así sin haber leído siquiera el proyecto, solo porque eran quienes eran. Pero eso forma parte de la apuesta constante que es llevar adelante una empresa así, una mezcla de olfato desarrollado con los años y confianza ciega en el desarrollo personal y profesional de aquellos que te rodean y forman, de alguna manera, una familia editorial. Esa es mi aspiración última: tener una tripulación de nakamas con los que sentirme y que se sientan arropados, y surcar los mares de viñetas, de librería en librería, buscando nuevos desafíos hasta convertirme en el Rey de los… mejor lo dejo estar ya por hoy.