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Las islas del Pacífico que España 'olvidó' vender tras 1898 y que aún generaban dudas en 2014

Aunque jurídicamente resuelto, el episodio sigue siendo una curiosidad de la historia diplomática española y un recordatorio de cómo, en los márgenes de los tratados, pueden quedar cabos sueltos que alimenten mitos durante generaciones.

En 1948, un jurista español del Ministerio de Asuntos Exteriores, Emilio Pastor, se topó con un hallazgo que parecía propio de una novela histórica: según sus investigaciones, España seguía teniendo, al menos sobre el papel, soberanía sobre cuatro pequeñas islas del Pacífico que habían quedado fuera de los tratados firmados tras el Desastre del 98.

Pastor, movido por un interés casi obsesivo por los flecos jurídicos de aquella debacle colonial, identificó los nombres de Güedes, Coroa, Pescadores y Ocea, territorios que nunca fueron ocupados formalmente pero cuya transferencia a otra potencia no constaba en los acuerdos diplomáticos.

Prefirió no agitar el avispero

Aquel descubrimiento derivó, en 1949, en un consejo de ministros en el que se optó por la vía más pragmática: dejar las cosas como estaban y no reabrir un asunto que podía incomodar a más de un actor internacional. Sin embargo, Pastor no dejó que la historia cayera en el olvido. En su libro Territorios de soberanía española en Oceanía, acuñó el término "Provincia Oceánica Española" y volvió a avivar el interés por esas islas fantasma, planteando un escenario alternativo en el que España habría mantenido, al menos en teoría, un pie en el Pacífico mucho después de su retirada imperial.

La leyenda persistió durante décadas, alimentada por artículos, foros y debates en la prensa. Tanto que en 2014 la cuestión llegó al Congreso de los Diputados: ¿podría España reclamar esas islas? La respuesta oficial del Gobierno fue categórica. Se descartó cualquier posibilidad de soberanía, argumentando que el tratado germano-español de 1899, aunque no incluyera un listado exhaustivo de territorios, cedía todas las posesiones en el Pacífico a Alemania, sin excepción. Así, el mito quedaba desinflado por la letra pequeña del derecho internacional.

Hoy, esos territorios tienen nombres y banderas diferentes. Güedes es el actual atolón de Mapia, integrado en Indonesia; Coroa, conocida como Rongerik, es un islote deshabitado que forma parte de las Islas Marshall; Pescadores se corresponde con Kapingamarangi, en los Estados Federados de Micronesia; y Ocea, o Acea, es en realidad un arrecife sumergido próximo a Mapia, apenas una nota al pie en la cartografía moderna. Ninguno de ellos conserva ya vínculos tangibles con España más allá de los documentos históricos que los mencionan.

El origen de su pérdida se remonta a la cadena de cesiones que siguió a la guerra de 1898 contra Estados Unidos. Por el Tratado de París, España entregó Puerto Rico, Guam y Filipinas. Apenas un año después, la crisis económica forzó la venta de las Marianas, las Carolinas y Palaos a Alemania por 25 millones de pesetas. Las cuatro islas olvidadas, sin valor estratégico ni explotación activa, quedaron diluidas en el vacío jurídico, hasta que la Primera Guerra Mundial las puso en manos de Japón y, posteriormente, bajo la administración de Estados Unidos, antes de pasar a sus actuales estados soberanos o administraciones insulares.