Toyoake, una ciudad dormitorio de Nagoya con unos 69.000 habitantes, ha estrenado este mes una ordenanza tan simbólica como elocuente: recomienda a todos sus vecinos limitar a dos horas diarias el uso lúdico de móviles, tabletas, consolas y ordenadores. El texto —de unas 2.400 grafías y aprobado por 12 votos a 7 en la asamblea municipal— entró en vigor el 1 de octubre y no contempla multas ni controles: se trata de una guía sanitaria que busca sacudir hábitos y proteger el sueño, sobre todo en menores. La medida fue impulsada por el alcalde Masafumi Kōki y convierte a Toyoake en la primera localidad japonesa en fijar un tope general de "pantalla por ocio" para toda la población.
La norma desglosa además toques de queda digitales: aconseja que los niños de primaria dejen los dispositivos a las 21:00 y que estudiantes de secundaria y adultos lo hagan a las 22:00. Desde el consistorio subrayan que el objetivo no es fiscalizar a nadie, sino abrir conversaciones en casa y cortar inercias que, sostienen, están detrás de insomnio, bajo rendimiento y conflictos familiares. En las semanas previas y posteriores a la aprobación, el ayuntamiento ha defendido que la línea roja de las dos horas excluye trabajo y estudio, y apela a la autorregulación como ejercicio de salud pública local.
Reacciones y debate ciudadano
El debate ha sido áspero. La propuesta generó rechazo mayoritario en el periodo de alegaciones —alrededor del 80% de los comentarios fueron críticos, según recogen medios internacionales—, con objeciones que van de la intromisión en la vida privada a la falta de evidencia para fijar umbrales universales. Toyoake, no obstante, ha seguido adelante con un mensaje de "tratar a adultos como adultos" y de "recomendar, no coaccionar". En la práctica, la ciudad se convierte en un laboratorio social observado por el resto del país, donde el uso intensivo del smartphone entre adolescentes supera con frecuencia las cinco horas diarias y preocupa su impacto en el descanso.
Toyoake no legisla en el vacío. Japón ya tanteó esta vía en Kagawa (2020), con una ordenanza —también no vinculante— que pedía a los menores limitar videojuegos a 60 minutos en días lectivos y 90 en vacaciones, además de horarios de corte por la noche; aquel texto incluso acabó en los tribunales por un recurso de un estudiante. En Yamato (Kanagawa), otra ordenanza prohíbe usar el teléfono mientras se camina por la vía pública, una norma de convivencia que rebajó a la mitad la proporción de "peatones zombi", según datos municipales. Toyoake hereda esa tradición de "normas blandas" que apelan al deber cívico más que al castigo.
Salud del sueño y evidencia
A ojos de epidemiólogos del sueño y pediatras, el valor de iniciativas así no reside en la cifra exacta, sino en poner el sueño en el centro y reducir exposición nocturna a pantallas, algo que la literatura científica vincula con latencias de sueño más largas, menor duración total y peor calidad subjetiva. En ese sentido, la "curfew digital" de Toyoake encaja con las pautas internacionales de higiene del sueño que recomiendan cortar pantallas una o dos horas antes de acostarse, especialmente en menores y jóvenes. La ciudad, sin embargo, tendrá que demostrar con datos locales que su campaña mueve la aguja del descanso y no se queda en un gesto.
A corto plazo, el impacto más visible será cultural: presión social para cumplir la guía, acuerdos familiares sobre tiempos y horarios, y —si el consistorio cumple su plan— encuestas antes y después para medir cambios de uso, sueño y convivencia. Con o sin réplica en otras ciudades, Toyoake ya ha logrado lo que perseguía su alcalde: convertir el tiempo de pantalla en asunto público y forzar una conversación sobre cuánto, cómo y hasta qué hora miramos el móvil. El resto —si dos horas son muchas o pocas, si conviene modular por edades o contextos— será, a partir de ahora, política con evidencias.