Mientras que la industria automovilística se encuentra inmersa en el cambio de los vehículos de combustible hacia los eléctricos e, incluso, por los que se conducen por robots, Lamborghini parece que prefiere mantener los pies en la tierra en cuanto a esto último.
"Normalmente no se compra un automóvil deportivo para que lo conduzca un ordenador", dice Alessandro Farmeschi, director de operaciones de Lamborghini America.
A su vez, Maurizio Reggiani, director de I + D de la compañía, añade: "Si le preguntas a uno de nuestros clientes, ‘¿quieres tener un chofer?’ La respuesta es ‘No.’
Reggiani continúa dando su opinión: "Para los clientes, la cantidad de cilindros es fundamental, sólo como caballos de fuerza". Reggiani afirma que a los clientes de Lamborghini les gusta la "tecnología dentro de los automóviles", pero no del tipo que "les quita la diversión de conducir".
Para conseguir el vehículo tecnológico por excelencia, Lamborghini está colaborando con el MIT para la fabricación del Terzo Millenio. Estudiantes y profesores trabajan para descubrir cómo usar supercondensadores de manera que capturen y liberen energía simultáneamente. A su vez, investigan formas de construir el cuerpo y los componentes del vehículo con nanotubos de fibra de carbono, que puedan reemplazar algún día las baterías de iones de litio que impulsan a los vehículos eléctricos de hoy en día.
Según Lamborghini, la asociación tiene una duración de tres años y le cuesta a la compañía alrededor de 200.000 euros al año (aunque algunos ejecutivos impidieron que los reporteros pudieran averiguar exactamente a qué se aplica esa cifra).
Mientras tanto, Terzo Millenio parece haber sido sacado de alguna película de ciencia ficción. "El automóvil es súper extremo", dice el jefe de diseño Mitja Borkert. "Tiene que tener un factor sorpresa… de lo contrario, hemos fallado".
