Son más pequeños que una hormiga y sus características se basan, en parte, en algunas que podemos observar en la propia naturaleza. Son similares, de hecho, a los helicópteros de semilla que caen al suelo desde las ramas de los árboles. Su nombre es microflier, y han sido creados con la intención de examinar la contaminación o enfermedades. Son capaces de emplear el viento para volar de manera controlada sin necesidad de motor.
Microflier, el más pequeño de nuestra historia
Los ingenieros de la Universidad Northwestern en Evanston, Illinois, han puesto la lupa en cómo los arces esparcen sus semillas con el viento. De esta manera, tomaron nota para aprovechar la aerodinámica de estos pequeños helicópteros para incorporarla al microflier y garantizar de esta manera que, cuando se deja caer a gran altura, descienda de manera lenta y controlada. De esta manera, se estabiliza su vuelo, se esparcen mejor las semillas y aumenta la cantidad de tiempo que interactúa con el aire.
Esto no es un capricho y tiene también su aplicación: puede servirnos para, por ejemplo, monitorear la contaminación del aire y las enfermedades que se transmiten a través del aire. "Estas estructuras biológicas están diseñadas para caer de forma lenta y controlada, de modo que puedan interactuar con los patrones de viento durante el período de tiempo más largo posible", explica el ingeniero John Rogers. "Esta característica maximiza la distribución lateral a través de mecanismos aerotransportados puramente pasivos".
Los avances de esta investigación se han publicado esta semana en Nature. "Nuestro objetivo era agregar el vuelo alado a los sistemas electrónicos a pequeña escala, con la idea de que estas capacidades nos permitirían distribuir dispositivos electrónicos miniaturizados altamente funcionales para detectar el entorno para el monitoreo de la contaminación, la vigilancia de la población o el seguimiento de enfermedades", apunta Rogers.
Además, el equipo ha pensado en todo: estos dispositivos electrónicos se pueden disolver en agua sin causar un impacto medioambiental (en el vídeo que os hemos dejado un poco más arriba podéis ver cómo, literalmente, se disuelve). El equipo de Rogers ha empleado los materiales que podemos encontrar en las recientes investigaciones de los marcapasos biorreabsorbibles. El objetivo es construir microfliers que se degraden y desaparezcan naturalmente en el agua subterránea con el tiempo.