The Legend of Zelda: Breath of the Wild, un juego inolvidable para la redacción de Vandal

Ya queda menos para poder disfrutar de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, la secuela de un juego histórico como Breath of the Wild, y en Vandal recordamos por qué es un juego tan importante.
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Ofrecido por Nintendo

Hay una fecha que millones de jugadores de todo el mundo ya tienen marcada en el calendario: el 12 de mayo. Es el día en el que se pone a la venta The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, la continuación, más de seis años después, de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, un juego inolvidable que redefinió una saga mítica.

En su secuela, Tears of the Kingdom, ahora podremos explorar los cielos de Hyrule, contaremos con nuevas armas y habilidades para Link, así como unos vehículos misteriosos que prometen dar mucho juego, en una aventura que como no podía ser de otra manera promete ser muy ambiciosa.

Pero antes de sumergirnos en la secuela en menos de dos meses, vamos a echar un vistazo al pasado y recordar por qué The Legend of Zelda: Breath of the Wild es tan importante, a través de cuatro miembros de la redacción de Vandal, que nos van a contar qué significó para ellos el juego y cuáles fueron sus momentos inolvidables, así como nos van a contar qué esperan de la secuela.

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Zelda Breath of the Wild para Sara Borondo

Breath of the Wild no fue el primer juego con un mundo abierto, ni en el que cada personaje tenía rutinas establecidas ni en el que sucedían eventos aleatorios, pero sí fue el primero que me transmitió la sensación de que todo eso era natural y real, que el Hyrule que se mostraba se trataba de un mundo vivo en el que todo tenía vida independientemente de lo que hiciera el jugador. El Hyrule de Breath of the Wild no estaba poblado por modelos inanimados que esperaban a que se acercase Link para comenzar a actuar, sino por boblokins capaces de las situaciones más locas, potentes centaleones, miembros del clan Yiga esperando a que pasara un viajero por tranquilos puentes y otros muchos seres que "vivían" su propia vida.

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Ir por cualquier punto del mapa despertaba una sensación de aventura real, como si estuvieras escribiendo una historia nueva, no una preescrita ya que podías hacer lo que quisieras en el orden que quisieras. Cuando intentabas trepar por una montaña buscando un saliente en el que descansar era como si te enfrentases a la naturaleza real. Frente a los momentos épicos liberando a las bestias divinas estaban aquellos otros en los que intentabas trepar por una ladera durante una tormenta y Link se resbalaba con la tierra húmeda. Frente a los preparativos para ser más fuerte y potente y enfrentarse a Ganon estaba la recolección de grillos para una misión secundaria, pero no parecía absurdo, todo tenía coherencia porque formaba parte de un mundo rico y vivo. En Breath of the Wild el sentido de aventura era absoluto.

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Hay varios momentos que tengo grabados de Breath of the Wild. Uno de ellos es en los primeros compases del juego, cuando Link sale de la cueva y se acerca al precipicio para ver Hyrule a sus pies mientras la música llega a un momento cumbre, esa sensación de entrar a un mundo nuevo lleno de aventuras me pareció muy emocionante, pero lo que me hizo gritar de satisfacción fue la primera vez que acabé con un guardián. Los temía porque me mataron varias veces, recuerdo los nervios cada vez que veía la línea roja siguiéndome y confiando en poder llegar a un sitio en el que refugiarme. Nunca he sido demasiado buena con las esquivas y las guardias, quizás por eso me costó aprender a utilizar el escudo para bloquear el ataque y devolver el disparo. Un día me dediqué a practicar hasta que lo logré tras unos cuantos intentos y todavía recuerdo lo bien que me sentí al lograrlo. Con la práctica y armas más potentes fue siendo más fácil acabar con ellos.

Lo que espero de Tears of the Kingdom

No se sabe demasiado del juego nuevo. No creo que suponga un cambio en la serie tan relevante como Breath of the Wild, pero sí espero que profundice de nuevas maneras en todas las opciones y habilidades que tenía el primer juego. Por lo que se ha visto, la luna carmesí parece que tendrá un papel más destacado que resucitar a los enemig y supongo que las islas flotantes traerán nuevas mecánicas y más verticalidad. También parece que Zelda tendrá un papel más activo, como ya sucedió en el pasado en otros juegos de la serie, y tengo mucha curiosidad por saber qué papel desempeña en esta ocasión.

Zelda Breath of the Wild para Fran G. Matas

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No recuerdo aproximarme con tanto nerviosismo a un juego en los últimos años como me pasó con The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Más allá de los vídeos oficiales de Nintendo y de leer los análisis de mis compañeros, intenté no saber más de lo necesario, pero estaba claro que era algo grande. Que la Espada Maestra que estaba colocando en la mesita, que la caja que estaba desenvolviendo y que la tarjeta que estaba introduciendo en mi flamante Switch no era un juego más, ni siquiera un Zelda más. Que era un juego importante, e ilusionante, de esos que llegan cada mucho tiempo.

Lo difícil, casi imposible diría, es mantener esa ilusión. Desde antes de abandonar la Meseta de los albores quedaba claro que esto era algo distinto a aquel maravilloso mundo en blanco y negro de Link's Awakening que tanto me impresionó siendo un niño; o de aquel otro de Oracle of Seasons en el que me sumergí una y otra vez de chaval; y que, a pesar de ser igualmente colorido, el tono era radicalmente diferente a ese Wind Waker que llevo en el corazón.

Fueron días, con sus mañanas, sus noches, y en demasiadas ocasiones, también con sus madrugadas, descubriendo que Zelda había recogido elementos de uno de mis géneros favoritos: los simuladores inmersivos. Que Hyrule se había convertido en un sandbox, en un escenario reactivo donde había mil posibilidades para resolver las situaciones que se planteaban, ya fuera un campamento de enemigos, un puzle o cualquiera de los muchos secretos que plagaban ese escenario postapocalíptico. Un lugar donde la creatividad y la imaginación generaban momentos increíbles.

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Fue en las primeras semanas, en una de esas noches (tanto en la vida real como en el mundo de Breath of the Wild), en un momento en el que ya había aprendido a trastear con la piedra Sheikah y las armas, y a aprovechar los elementos, jugando sin un rumbo definido, cuando vi en la distancia uno de los dragones (creo que fue Elden). Link, y yo, nos paramos, atónitos. No solo por la belleza del momento, sino por lo que significaba. Tras muchas horas, no tenía ni idea del alcance del juego. Tras muchas horas, la ilusión seguía ahí, y perduraría durante semanas.

Lo que espero de Tears of the Kingdom

Así que cuando pienso en lo que quiero para Zelda: Tears of the Kingdom no creo que lo importante sea que la historia nos sorprenda, que haya más mazmorras tradicionales o que las armas no se rompan. Lo que quiero de Zelda: Tears of the Kingdom es que me vuelva a ilusionar otra vez, antes, durante y después de vivir una aventura que sea tan mágica como la anterior.

Zelda Breath of the Wild para Gerard Martí

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Adentrarme por primera vez en el vasto mundo abierto de The Legend of Zelda: Breath of the Wild es una de las experiencias que atesoro con más cariño como jugador. El reino de Hyrule nunca se había sentido tan inabarcable y, a su vez, tan vivo, hermoso y repleto de posibilidades. Indudablemente, la decisión de cortar lazos con la estructura tradicional que la saga llevaba siguiendo desde hacía décadas para acercarse a la esencia de aventura libre que proponía el primer The Legend of Zelda de 1986 y ofrecer así un soplo de aire fresco fue muy acertada.

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Sin lugar a dudas, el aspecto que más me fascinó de Breath of the Wild fue su capacidad de sorprenderme a cada pequeño paso que daba con situaciones inesperadas y localizaciones escondidas de una gran belleza visual, además de personajes carismáticos y entrañables y enemigos tan fieros como desafiantes. También me resultó alucinante el hecho de poder amoldar la aventura a mi propio gusto y recorrer de punta a punta el mapa sin limitaciones, algo que me transmitió constantemente la sensación de que estaba viviendo un viaje único e irrepetible. Hyrule es un mundo fascinante que siempre invita a ser explorado, un lugar al que nunca dudo en recurrir si necesito evadirme y en el que, a pesar de haber invertido más de un centenar de horas, sé que todavía me queda muchísimo por descubrir.

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Me resulta más que difícil destacar un solo momento especial de la decena de experiencias que he vivido en el juego, aunque si tuviera que escoger uno me quedaría con la primera vez que me adentré en las ruinas del Castillo de Hyrule. Su diseño laberíntico repleto de habitaciones secretas, la posibilidad de abordarlo desde diversos frentes o los pequeños detalles sobre la trama que esconde son aspectos que hicieron que se convirtiese, en una de las secciones más sobrecogedoras de mi experiencia en Breath of the Wild.

Lo que espero de Tears of the Kingdom

De The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom espero una historia oscura que me atrape desde el comienzo y que se atreva a explorar a los personajes y a ampliar la mitología que conocimos en la entrega previa, mientras que también querría que despejase las incógnitas sobre algunos misterios que los fans llevamos debatiendo desde 2017. Por otra parte, no quiero que se limite a replicar la fórmula que tan bien funcionó en su predecesor, sino que tenga la capacidad de maravillarme como Breath of the Wild lo hizo en su momento con nuevas mecánicas sorprendentes y una reimaginación del mismo mapa de Hyrule a la altura. Poco más que añadir sobre el que es, desde luego, mi videojuego más esperado de 2023.

Zelda Breath of the Wild para Jorge Cano

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Yo tuve el enorme privilegio de analizar Breath of the Wild y además de estrenar Nintendo Switch días antes de que se pusiera a la venta, tanto un juego como una consola que acabarón pasando a la historia. Como un gran fan de la saga las expectativas que tenía eran enormes, pero no se me olvidarán esas primeras horas en las que no salía de mi asombro, hacía muchos años que un juego no me sorprendía tanto. Ya desde el principio tuve claro que este Zelda iba a marcar una época.

Una de las mayores sensaciones de aventura total que había vivido nunca en juego, en el que no dejabas de sorprendente a cada minuto con sus enormes posibilidades, en el que parece que el único límite es la imaginación del jugador. Breath of the Wild redefinía la saga y lo que podían dar de sí los juegos de mundo abierto, un género muy popular pero estancado en ciertos lugares comunes que este nuevo Zelda rompía en pedazos.

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Durante las decenas de horas que jugué, me quedó con esos preciosos amanaceres y atardeceres en el bello y salvaje mundo de Hyrule, que gracias a la cuidadísima dirección artítica parecías estar dentro de una película de Studio Ghibli. Todo arropado por un excelente diseño de sonido, con su preciosa banda sonora milimalista y los sonidos de la naturaleza, en especial el del viento.

Lo que espero de Tears of the Kingdom

Aunque evidentemente me encantó, así lo atestigua mi análisis, y es un juego que ha hecho historia, creo que Zelda Breath of the Wild no es perfecto, y tenía muchos puntos que se podían mejorar. Como contar con mazmorras más elaboradas e intrincadas en el estilo tradicional de la saga, misiones secundarias más complejas y con recompensas más interesantes, o incluso mejores jefes finales, por sólo mencionar algunos aspectos.

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Por ello, creo que Tears of the Kingdom nos va a volver a sorprender, porque va a potenciar lo que en Breath of the Wild ya era excelente, y va a mejorar y mucho sus puntos débiles, para ser un juego todavía mejor, aunque algunos crean que no es posible. De manera similar a como ocurrió son Super Mario Galaxy 2 respecto a la primera entrega, la secuela de Breath of the Wild nos puede volar la cabeza.

¡Ya puedes reservar The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom!

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