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En África hay un lago que supone un peligro motal para sus habitantes y solo es cuestión de tiempo que cause un accidente

La mezcla de gases que descansan en sus profundidades son una bomba de relojería.

El lago Kivu, ubicado entre Ruanda y la República Democrática del Congo, es uno de los cuerpos de agua más grandes de África, pero también uno de los más peligrosos debido a su geología única. Bajo sus tranquilas aguas se esconde una gran cantidad de dióxido de carbono y metano, lo que lo convierte en una potencial bomba de gases que podría poner en riesgo la vida de millones de personas que habitan en sus alrededores. Esta amenaza latente recuerda trágicos episodios ocurridos en otros lagos africanos que experimentaron liberaciones catastróficas de gases.

Un lago que mató a más de 2.000 personas de una vez

La amenaza del lago Kivu se ha comparado con los desastres ocurridos en los lagos Nyos y Monoun, en Camerún, donde explosiones liberaron gases tóxicos, causando la muerte de casi 2.000 personas.

Sin embargo, Kivu representa un riesgo aún mayor debido a su tamaño: su profundidad es el doble y su volumen es 50 veces mayor que el de esos lagos. Esto significa que un incidente en el lago Kivu podría tener consecuencias devastadoras a una escala mucho más amplia.

La proximidad a volcanes activos agrava la situación

Una de las principales preocupaciones en torno al lago Kivu es su proximidad a dos volcanes activos, lo que incrementa el riesgo de que el gas almacenado bajo sus aguas sea liberado de forma repentina. Para intentar mitigar este peligro, el gobierno de Ruanda ha autorizado la extracción de metano del lago con el fin de utilizarlo como fuente de energía. No obstante, esta medida ha sido recibida con escepticismo por parte de la comunidad científica, que advierte que manipular los gases bajo el agua podría desencadenar el desastre que justamente se intenta prevenir.

El proceso de extraer el gas consiste en llevar agua desde las profundidades del lago a la superficie, un método que podría alterar la estabilidad de la masa de agua y abrir una vía de escape para los gases acumulados, lo que podría provocar una erupción gaseosa. Si bien algunos expertos sugieren que devolver el agua a la profundidad de la que proviene podría mitigar este riesgo, existe preocupación de que el recurso se agote más rápido de lo esperado, lo que añadiría otro dilema para el futuro de la región.