Análisis de Rage (Xbox 360, PC, PS3)

Luego hay otros tipos de enemigos, en varios clanes más o menos sofisticados –algunos muy locos y salvajes-, y que portan armas de fuego de todo tipo, volviéndose aquí la acción más táctica y pausada. También nos enfrentaremos a las fuerzas de la autoridad, soldados bien equipados con escudos de energía que tendremos que eliminar con unas granadas especiales, en unos combates todavía más exigentes. Hay en ocasiones jefes de final de fase, aunque no muy numerosos ni complejos, y la inteligencia artificial de los enemigos cumple, sin ser excesivamente brillante. Se protegen bien, te lanzan granadas, pero tampoco te sorprenden con sus comportamientos.

El sistema de salud es cuanto menos peculiar. Tenemos regeneración automática de vida, pero con un par de tiros te dejan muy malherido, por lo que las vendas son importantes, unos objetos que nos curan instantáneamente sin tener que esperar a la regeneración. En caso de quedarnos sin vida por completo, el desfibrilador entra en acción, un pequeño minijuego moviendo los sticks analógicos y sincronizándonos, que dependiendo cómo de bien lo hagamos nos reanimaremos con mayor o menor vida. Una vez usado el desfibrilador este tarda unos minutos en volver a cargarse, por tanto si volvemos a caer, moriremos definitivamente. Más avanzados en el juego llegamos a conseguir un segundo desfibrilador, pero hay que decir que la dificultad está bastante bien medida, y si se juega de manera negligente y corriendo a lo loco entre los enemigos veremos cómo con dos o tres disparos podemos caer al suelo, siendo bastante más exigente que otros shooters, pese a contar con la ayuda de las vendas y los desfibriladores.
Al comienzo de la aventura hay dos pequeñas aldeas donde realizamos los primero encargos, pero no tardaremos muchos en llegar a la primera gran ciudad. Aquí hay todo tipo de personajes que nos encargan misiones o con los que podemos jugar a algunos minijuegos. Los hay de azar como una especie de tragaperras, de reflejos como uno en el que tenemos que sincronizarnos al clavar un cuchillo entre los dedos de una mano, y uno muy curioso y bastante trabajado, un juego de cargas al estilo Magic: The Gathering. Vamos encontrando cartas escondidas por los escenarios y cuando vamos a jugar creamos nuestro mazo, es divertido y engancha, pero a nuestro parecer demasiado fácil, y a lo largo de la campaña solo tenemos dos contrincantes a los que enfrentarnos. Solo hay un par de ciudades de este tipo y tampoco son enormes, funcionando como puntos de partida para las misiones, para equiparnos y para jugar los distintos minijuegos.

Una de las características más importantes y elemento diferenciador son los vehículos. Hasta cuatro tipos de coches o buggies podemos conseguir y mejorar, añadiendo ruedas con pinchos, motores más potentes, mejores amortiguadores y armas, o distintas apariencias. Estos cumplen dos funciones, por un lado en las dos ciudades podemos echar carreras y competiciones, ya sea quedando los primeros en una serie de vueltas, con o sin armas, o en un escenario abierto consiguiendo trozos de meteorito que caen del cielo antes que los rivales. Por otro lado, estos vehículos nos sirven para partir de las ciudades y llegar a los lugares de las misiones. Circularemos por carreteras y nos cruzaremos con distintos bandidos a los que nos tenemos que enfrentar con metralletas o misiles, pudiendo usar ítems como minas o escudos protectores. Los coches se manejan de manera perfecta y muy sencilla, teniendo el imprescindible turbo, y los amantes de la conducción seguro se picarán con las muchas competiciones disponibles. En el Yermo hay algunos coleccionables en forma robots voladores que tenemos que destrozar mediante un salto, no muy numerosos aunque sí entretenidos de realizar.

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